Oración, Eucaristía, Reconciliación



Oración

Cuando el Señor dice: “Oren en todo momento”, lógicamente no nos está pidiendo que ‎recitemos continuamente oraciones, sino que nunca perdamos el trato interior con Dios. ‎Ejercitarse en este trato es el sentido de nuestra oración. 
Por esto es importante: 
  • Que el día se ‎inicie y concluya con la oración. 
  • Que escuchemos a Dios en la lectura de la Escritura. 
  • Que le ‎contemos nuestros deseos y esperanzas, nuestras alegrías y sufrimientos, nuestros errores y ‎nuestra gratitud por todo lo bueno y bello, 
Y que de esta manera esté siempre ante nuestros ‎ojos como punto de referencia en nuestra vida. 
Así nos hacemos más sensibles a nuestros ‎errores y aprendemos a esforzarnos por mejorar; pero, además, nos hacemos más sensibles a ‎todo lo hermoso y bueno que recibimos cada día como si fuera algo obvio, y crece nuestra ‎gratitud. Y con la gratitud aumenta la alegría porque Dios está cerca de nosotros y podemos ‎servirlo.‎

Eucaristía

San Cipriano ha interpretado la petición del Evangelio: “Danos hoy nuestro pan de cada día”, ‎diciendo, entre otras cosas, que “nuestro” pan, el pan que como cristianos recibimos en la ‎Iglesia, es el mismo Señor Sacramentado. En la petición del Padrenuestro pedimos, por tanto, ‎que Él nos dé cada día este pan “nuestro”; que éste sea siempre el alimento de nuestra vida. ‎Que Cristo resucitado, que se nos da en la Eucaristía, modele de verdad toda nuestra vida con ‎el esplendor de su amor divino. 

Para celebrar bien la Eucaristía, es necesario también que ‎aprendamos a conocer, entender y amar la liturgia de la Iglesia en su expresión concreta. En la ‎liturgia rezamos con los fieles de todos los tiempos: pasado, presente y futuro se suman a un ‎único y gran coro de oración.‎

Reconciliación

El Cura de Ars dijo en una ocasión: Pensáis que no tiene sentido recibir la absolución hoy, ‎sabiendo que mañana cometeréis nuevamente los mismos pecados. 
Pero -nos dice- Dios ‎mismo olvida en ese momento los pecados de mañana, para daros su gracia hoy. 
Aunque ‎tengamos que combatir continuamente los mismos errores, es importante luchar contra el ‎ofuscamiento del alma y la indiferencia que se resigna ante el hecho de que somos así. 

Es ‎importante mantenerse en camino, sin ser escrupulosos, teniendo conciencia agradecida de ‎que Dios siempre está dispuesto al perdón. Pero también sin la indiferencia, que nos hace ‎abandonar la lucha por la santidad y la superación. 

Cuando recibo el perdón, aprendo también ‎a perdonar a los demás. Reconociendo mi miseria, llego también a ser más tolerante y ‎comprensivo con las debilidades del prójimo.‎

Fuente: extractos de Benedicto XVI (18 de octubre de 2010)