Los grupos misioneros: riqueza de la América Latina


En América Latina, desde hace muchos años, el caminar misionero se expresa en un fenómeno constante con el nombre de “Grupos Misioneros”, que ante la necesidad de la evangelización de grandes sectores de la población han nacido, nacen y resurgen continuamente.

Los grupos misioneros de muy distintas formas de organización y compromisos, son muestras de la acción del Espíritu Santo en las iglesias particulares y, como tales, señales de la juventud y dinamismo de la vida eclesial. Esta vitalidad se expresa año tras año en una corriente misionera admirada y admirable por su accionar evangelizador constante, manifestado también en encuentros nacionales, diocesanos, regionales y continentales (COMLA – Congreso Misionero Latinoamericano; CAM – Congreso Americano Misionero).

Los grupos misioneros constituyen una gran riqueza en América Latina, como expresión de una fuerte presencia misionera de tantos jóvenes y adultos que entregan su tiempo poniendo al servicio de la misión sus capacidades y talentos.

Normalmente, al comenzar cada año, principalmente durante los meses de enero y febrero, son miles y miles las personas, en su mayoría jóvenes, que salen a misionar. Con actitud de servicio, disponibilidad, capacidad de compartir y trabajar en grupos, los jóvenes misioneros van al encuentro de las familias, niños, adolescentes y ancianos, generalmente en “las fronteras o periferias” de nuestra sociedad, en los lugares más pobres y alejados. Allí se entregan, en el anuncio del Evangelio, a quienes se encuentran más solos y desposeídos, pero que los esperan ávidos de recibirlos y escuchar la Palabra que da la Vida en abundancia.Por esto es también tan importante que los Grupos Misioneros busquen ser sencillos y cercanos a la gente, insertándose en las costumbres de cada zona que visitan.

Los Grupos Misioneros, provenientes de las diócesis, parroquias, capillas, colegios, congregaciones, universidades, movimientos eclesiales, etc., son don y riqueza de la Iglesia latinoamericana; y aunque gran parte de sus integrantes son jóvenes, no se puede negar ni olvidar que también son parte de esos grupos, seminaristas, religiosos/as, sacerdotes, adultos y familias.

Jóvenes y adultos que desde un gran amor a la misión, están constantemente llamados a convertirse en animadores de una Iglesia que es misionera por naturaleza, primero en su propia comunidad de origen, sin olvidar que fe se fortalece dándola y que como discípulos misioneros tienen que ir más allá de las fronteras para no caer en la trampa de encerrarse en sí mismos.
J.D. Griffone, scj