Nuestra responsabilidad por la tierra


Los salmos de la creación (8, 19, 139, 145, 148) conducen a una valoración del mundo actual sana y positiva, porque la vida en este mundo es fundamentalmente buena. Pudo ocurrir en el pasado que la tradición cristiana estuviese tan ocupada por la salvación eterna de los hombres que le faltaba dar la justa atención al mundo natural. La dimensión cósmica de la fe en la creación articulada en los salmos exige que se vuelva la atención a la naturaleza y a la historia, al mundo humano y sub-humano, implicando contemporáneamente tanto la cosmología como lo antropología y la teología.

Alabando, junto al salmista, a Dios por el esplendor, el orden y la belleza de la creación, somos incitados a un profundo respecto hacia el mundo del que los hombres forman parte. La persona humana constituye la culminación de la creación porque solamente los hombres pueden tener una relación personal con Dios y pueden articular la alabanza de Dios también como vicarios de las otras criaturas. Por medio de los hombres y mediante el culto de la comunidad toda la creación expresa la alabanza del Dios creador (cf. Sal 148).


Los hombres pueden conquistar la naturaleza y explorar las dimensiones del espacio. Los extraordinarios progresos científicos y tecnológicos de nuestro tiempo pueden ser considerados como realizaciones de la tarea dada por el Creador a los hombres, que deben con todo respetar los límites fijados por el Creador. Pues de otra manera la tierra pasa a ser un lugar de explotación, que puede destruir el delicado equilibrio y la armonía de la naturaleza.