Estamos llamados a hacer de la unión con Cristo en su amor hacia el Padre y hacia los hombres el principio y el fin de nuestra vida.
Para cumplir con esto procuramos:
- vivir una relación personal con el Padre, revelado en Jesús y descubierto por nosotros en el misterio de su Corazón.
- escuchar la Palabra celebrada, recibida, meditada y vivida para discernir en ella la voluntad de Dios sobre nosotros y llevarla a cabo, a ejemplo de María de Nazaret.
- Acoger a Cristo en la eucaristía y en nuestros hermanos, en conformidad con la Iglesia donde Cristo se hace presente.
- Seguir constantemente atentos a las mociones del Espíritu que actúa en nosotros, en una oración litúrgica, comunitaria, personal.
- Compartir comunitariamente nuestra fe.
- Una solidaridad efectiva y una generosa disponibilidad con la comunidad y con los hermanos más desfavorecidos.