"Hay un par de mitos muy instalados en la sociedad y que el libro combate.
El primero es que los talleres clandestinos trabajan para La Salada. No. Trabajan para cada uno de los segmentos de la industria.
Muchas prendas de los shoppings provienen de mano de obra esclava.
Otro mito es que esto tiene que ver con la cultura boliviana: que trabajan así porque están acostumbrados. Eso no es cierto, no están felices de trabajar de esta manera, pero la situación y el hecho de ser inmigrantes los lleva a aceptar este tipo de condiciones.
Si un trabajador inmigrante ilegal está en un taller clandestino y además vive en él y la alternativa es la calle, entonces va a tratar de mantener el puesto de trabajo y su vivienda, pero no tiene que ver con la cultura, sino las posibilidades laborales.
También hay una estructura de precios en la industria indumentaria que hace que se termine trabajando de esa manera. El costurero es explotado por el dueño del taller, pero el dueño del taller también es explotado por el dueño de la marca o por un intermediario. No es millonario. Como los trabajadores, también es pobre."
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