1° Antes de leer, recoge tus pensamientos. Dios, la verdad
eterna quiere dialogar contigo familiarmente. ¿Hay un honor más alto que
conversar con Dios?
2° Luego pide al Espíritu Santo la gracia de entender
su Palabra. Piensa que el sacerdote antes de leer el Evangelio de la misa, está
obligado a rezar la oración “Purifica mi corazón y mis labios”.
3° No leas demasiado de una vez. La Sagrada Escritura no es
una novela. Dios no habla por la multitud de palabras sino más bien mediante la
fuerza del Espíritu, infusa en las palabras de la Sagrada Escritura.
4° Después de leer hay que meditar los versículos leídos.
En otras palabras: no sólo estudiar el contenido sino prestar los oídos a las
inspiraciones de Dios.
5° Cuando no comprendas lo que lees, consulta las notas
añadidas, los comentarios o a un sacerdote. La Iglesia, y no el lector, es el
intérprete de la Sagrada Escritura.
6° Acaba la lectura con una oración y acción de gracias por
las luces que Dios te ha regalado.
7° Escribe en un cuaderno cuanto quieras grabar en la memoria para
leerlo repetidas veces. Así se aumenta la eficacia de la Palabra de Dios.