Queridos amigos,
sabemos bien, porque el Señor Jesús fue muy claro al respecto, que la eficacia del testimonio depende de la intensidad del amor. De nada vale proyectarse hasta los confines de la tierra si antes no nos amamos y ayudamos los unos a los otros en el seno de la comunidad cristiana. Por eso, la exhortación del apóstol san Pablo en la Col. 3, 12-17 es fundamental no sólo para la vida de familia eclesial, sino también para el compromiso de animación de la realidad social.
Efectivamente, en un contexto que tiende a fomentar cada vez más el individualismo, el primer servicio de la Iglesia consiste en educar en el sentido social, en la atención al prójimo, en la solidaridad, impulsando a compartir. La Iglesia, dotada como está por su Señor de una carga espiritual que se renueva continuamente, puede ejercer un influjo positivo también en el ámbito social, porque promueve una humanidad renovada y relaciones abiertas y constructivas, respetando y sirviendo en primer lugar a los últimos y a los más débiles.
Las comunidades eclesiales son lugares donde las generaciones jóvenes pueden aprender la esperanza, no como utopía, sino como confianza tenaz en la fuerza del bien. El bien vence y, aunque a veces puede parecer derrotado por el atropello y la astucia, en realidad sigue actuando en el silencio y en la discreción, dando frutos a largo plazo.
Esta es la renovación social cristiana, basada en la transformación de las conciencias, en la formación moral, en la oración; sí, porque la oración da fuerza para creer y luchar por el bien, incluso cuando humanamente se siente la tentación del desaliento y de dar marcha atrás.
León Dehon |
La comunidad cristiana no puede y no quiere nunca suplantar las legítimas y necesarias competencias de las instituciones; más aún, las estimula y las sostiene en sus tareas, y se propone siempre colaborar con ellas para el bien de todos, comenzando por las situaciones más problemáticas y difíciles.
Así pues, nos dirigimos una vez más a ti, Virgen María, que permaneciste intrépida al pie de la cruz de tu Hijo. Tú eres modelo de fe y de esperanza en la fuerza de la verdad y del bien. Con palabras del antiguo himno, te invocamos: "Rompe los lazos de los oprimidos, devuelve la luz a los ciegos, aleja de nosotros todo mal, pide para nosotros todo bien".
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI Santa María de Leuca, Sábado 14 de junio de 2008