¿Cómo era Jesús?

Las bienaventuranzas revelan quién es Jesús y la propuesta de vida para quién está dispuesto a seguirlo.

 


1. Pobre

Jesús se hizo pobre, aunque fuera rico, para enriquecerlos con su pobreza” (2Cor 8,9). 
No es la pobreza simplemente humana la que no vuelve felices, sino la pobreza asumida por Jesús (vaciamiento, desapego, independencia delante de los bienes materiales, confianza absoluta en la Providencia).

2. Manso

Aprendan de mí que soy manso…” (Mt 11,29). 
En una sociedad marcada por violencia de toda especie, es preciso aprender la mansedumbre como estilo de vida, que rompe con la fuerza de destrucción de la creación, del ser humano, de la vida.

3. Afligido

Jesús tuvo la experiencia de la aflicción: 
Mi alma está triste…” (Mc 14,34). 
Tristeza que no significa desesperación, sino un lenguaje que indica que algo se está perdiendo. Reconocer este apelo y luchar para que lo esencial no se pierda, es la única manera de ser consolados, aún cuando estemos angustiados.


4. Hambriento y sediento de justicia

No representan apenas necesidades horizontales, sino que en la Tradición Bíblica, la justicia es la práctica de la voluntad de Dios. Por lo tanto, son las más profundas necesidades del ser humano.

5. Misericordioso

Dice Santo Tomás de Aquino que la omnipotencia de Dios se manifiesta de modo especial en su misericordia. Por lo tanto, testimoniaremos que somos de Dios si su poder, manifestado en nosotros, nos hace verdaderamente misericordiosos.

6. Puro de corazón

 Condición para ver a Dios. Ya la más antigua Tradición Bíblica testimonia este deseo inexorable del corazón humano. Jesús lo sacia: 
Quien me ve, ve al Padre” (Jn 14,9). 
La visión de la fe purifica nuestros corazones y mentalidades contaminados por los preconceptos e in-verdades, que impiden ver al otro como semejante a aquello que creemos ser: hijos de Dios.

7. Constructor de paz

Coronando las 7 actitudes garantizadoras de felicidad, esta séptima nos remite a la condición primordial de la creación: el cosmos (armonía, belleza, conciliación). Es hijo de Dios quien asume ser de Él, y con Él construye el Shalom (la plenitud de los bienes), siguiendo a Cristo, que 
es nuestra paz” (Ef 2,14).

Jesús, el primer bienaventurado

Por fin, las dos últimas bienaventuranzas se refieren a las consecuencias sufridas por aquellos que justamente reconocen su condición fundamental: persecución, calumnia, mentira… Y tales males son causados por los que niegan esa condición primordial y hacen opción por no ser santos. Aquellos no la dejan, aún que sea preciso pagar un alto precio, pues se dejan iluminar por el Evangelio y conducir por el primer Bienaventurado, Jesús, el Hijo Santo del Dios Santo, que nos hizo y nos quiere sus santos. ¡Es la razón de nuestra alegría!