Catequesis sobre las indulgencias

¿Qué es una Indulgencia?

Para entender esto hay que tener en cuenta los siguientes puntos:
  • En el Sacramento de la Penitencia se remueve la culpa del pecado y, conjuntamente con ella, también la pena eterna merecida por el mismo; pero el castigo temporal requerido por la justicia divina permanece, y este requerimiento debe ser satisfecho sea en esta vida o en la vida futura, es decir, en el Purgatorio. La indulgencia ofrece al pecador arrepentido la posibilidad de saldar o aligerar esta deuda durante su vida en la tierra.
  • Las indulgencias, presuponiendo el Sacramento de la Penitencia, hace que el penitente, después de recibir el perdón sacramental de la culpa de su pecado, se libera también, por la indulgencia, del castigo temporal. En otras palabras, el pecado es totalmente perdonado, es decir, sus efectos totalmente borrados, sólo cuando se ha realizado la reparación completa: perdón de la culpa y remisión de la pena.
    Esto no significa, sin embargo, que la Iglesia pretenda dejar de lado los reclamos de la justicia divina, o que ella permita al pecador despreciar su la deuda contraída con su pecado. Como dice Sto. Tomás (Suppl., xxv. a. 1 ad 2um): 
    "El que gana indulgencias no se libra absolutamente de la pena que merece, sino que se le conceden los medios para saldarla". 
    La Iglesia, entonces, no deja al penitente irremediablemente en su deuda, ni lo libra de tener que responsabilizarse por sus obras; al contrario, la Iglesia le permite cumplir con las obligaciones que contrajo. 

       

      Disposiciones necesarias para ganar una Indulgencia 

      El sólo hecho que la Iglesia conceda una indulgencia no significa que la misma pueda ganarse sin esfuerzo por parte del fiel. 
      • De lo que se dijo más arriba es claro que el que recibe le indulgencia debe estar libre de la culpa del pecado mortal. 
      • Además, para la indulgencia plenaria habitualmente se requiere confesión y comunión, mientras que para las indulgencias parciales la confesión no es obligatoria, aunque es prescripción habitual que el que las quiera ganar tenga "al menos un corazón contrito". 
      • También es necesario tener la intención, aunque sea de modo habitual, de ganar las indulgencias. 
      • Finalmente, por la misma naturaleza del caso, es obvio que se deben realizar las buenas obras, oraciones, limosnas, visita de una iglesia, etc., que han sido prescritas para la adquisición de una indulgencia. 

      ¿En la práctica cómo hago? 


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      Bases de la Doctrina 

      Un elemento esencial en las indulgencias es la aplicación a una persona de la satisfacción hecha por otras. 
      Este traspaso se basa en tres cosas: 
      1. la Comunión de los Santos, 
      2. el principio de la Satisfacción Vicaria y 
      3. el Tesoro de la Iglesia. 

       

      La Comunión de los Santos 

      "Nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros unos de otros" (Rm., 12, 5). 
      Como cada órgano participa de la vida de todo el cuerpo, así cada uno de los fieles aprovecha de las oraciones y buenas obras de todos los demás, un beneficio que enriquece, en primer lugar, a los que están en gracia de Dios, pero también, aunque con menos plenitud, a los miembros en pecado. 

       

      El principio de la Satisfacción Vicaria 

      Cada obra buen que realiza el hombre tiene un doble valor: uno de mérito, otro de satisfacción o expiación. El mérito es personal, y por lo tanto no puede transferirse; pero la satisfacción puede aplicarse a otros, como escribe San Pablo a los Colosenses (1, 24) hablando de sus mismas obras: 
      "Me alegro ahora en mis sufrimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, por su Cuerpo, que es la Iglesia" . 

       

      El Tesoro de la Iglesia

       Cristo, como lo declara San Juan en su Primera Epístola (2,2) 
      "es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino por los pecados de todo el mundo". 
      Dado que la satisfacción de Cristo es infinita, constituye un recurso inextinguible, que es más que suficiente para pagar la deuda ocasionada por el pecado. 
      Además, están las obras satisfactorias realizadas por la Santísima Virgen María, que no han sufrido ninguna mengua debida a la pena del pecado, y las virtudes, penitencias y sufrimientos de los santos que exceden abundantemente todo castigo temporal que estos siervos de Dios han podido merecer. Estos se añaden al Tesoro de la Iglesia de modo secundario, no independiente del mérito de Cristo, sino más bien adquirido en base a éste.