Historia de una víctima de trata y prostitución


Deseamos vivir en un mundo donde las mujeres y las niñas tengamos paz. 

Esa paz no la vamos a conseguir mientras exista esta industria de la explotación sexual que incluye, también, la pornografía. Muchas veces no hablamos del daño que está haciendo a la sociedad, sobre todo a las generaciones más jóvenes. A los adolescentes que, lo primero que hacen, es instruirse en el sexo a través de la pornografía. La violencia sexual que aprenden con ella la ponen en práctica con la prostitución, utilizando a mujeres en situación muy vulnerable, pero luego lo trasladan a su vida. Son nuestras hijas, nuestras amigas, nuestras hermanas las que van a sufrir esas consecuencias.

Las asociaciones que trabajan directamente con mujeres en situación de prostitución y no se declaran abolicionistas ni reivindican cambiar esta situación no hacen más que formar parte de este sistema prostitucional que se reproduce una y otra vez. Estas asociaciones tienen que reivindicar un mundo más justo, reciben dinero público y tienen que implicarse. No vale oír, ver y callar. Tienen que apostar para que estas mujeres tengan alternativas reales, no para que paguen impuestos por ser penetradas por boca, vagina y ano por desconocidos a los que no desean ni soportar ni sufrir sus manoseos, su babeo y toda su violencia sexual. No entra en la cabeza de nadie que esta vulneración de derechos humanos sistemática se convierta en un trabajo. Si dejamos que eso ocurra, será un trabajo para nuestras hijas.
¿Qué mundo queremos dejarles en herencia a las mujeres que vendrán? ¿Un mundo donde ser abusada por cualquiera al que le sobre un billete sea su trabajo? Esa es la pregunta que nos tenemos que hacer.

El lobby proxeneta intenta hacernos ver que el sexo es un derecho. 

En un país como España, donde las personas con diversidad funcional no tienen cubiertos sus derechos básicos y sus cuidadoras, en su mayoría sus madres, hermanas o hijas, no reciben la garantía económica mínima, en este país, digo, ¿Nos estamos preguntando por el derecho al sexo? Un derecho que no existe. La mercantilización de la sexualidad es la deshumanización. Esto no es un debate moral, es un debate político.

Es una realidad normalizada, porque todo legitima a los hombres a que piensen que tienen un derecho. El mismo Estado pone a disposición de ellos lugares físicos donde tienen un surtido de mujeres racializadas que pueden elegir como si de cualquier producto de libre mercado se tratara. Pero nosotras no somos un producto, ni la sexualidad es un servicio; tampoco es una necesidad, sino un deseo, un impulso.

Tendríamos que reflexionar sobre sacar de la normalidad la prostitución para entender que no es una cuestión de libre elección, sino un problema social de difícil solución. También es un problema ético, que implica a auténticos campos de concentración donde se explota sexualmente a mujeres empobrecidas para el lucro no solo de los proxenetas, sino de todo lo que mueven alrededor.

Es una lucha a largo plazo. 

Hay que ir construyendo, fomentando políticas públicas de ayudas económicas, formación, terapia, acceso a la vivienda, asesoramiento jurídico y por supuesto, perseguir todas las formas de proxenetismo. Y hacer campañas en contra del consumo de prostitución. Que los jóvenes entiendan que aumentan la trata. No hay tantas mujeres que lo hagan libremente. Hay que formar a jueces, a policías y a periodistas. Es muy importante informar desde una perspectiva de derechos humanos.

Piensa en los años que costó que se entendiera que las mujeres que están en relaciones de pareja abusivas no están encadenadas sino que están atrapadas en una espiral de destrucción. Las cadenas invisibles son las más difíciles de detectar, no solo por el entorno, sino por una misma. Que una misma no se identifique como víctima es justamente lo que quiere el sistema, si no hay víctima no hay nada que reparar.

Yo no confío en los partidos como tal, confío en la sociedad. 

Necesitamos una sociedad civil fuerte y organizada que sepa lo que quiere. Los políticos y las políticas harán lo que el pueblo pida, lo que les dé votos o se los quite. Esto es una lucha común, global, no tiene que ver solo con España. Tenemos que empezar a preocuparnos por la existencia de esta injusticia tan tremenda. Una que estamos permitiendo, ya que preferimos mirar hacia otro lado y dormir con la conciencia tranquila repitiendo lo que nos dice el lobby proxeneta: ellas lo eligen, ellas ganan mucho dinero. Eso es mentira. Es mentira que las putas ganen mucho dinero o que quieran serlo. Es un mantra para tranquilizar conciencias, pero que nos convierte en cómplices.

He estado en debates. El análisis que hacen es de un punto de vista individual, de 'yo así me gano el pan'. Yo no estoy luchando por ganarme el pan, sino porque se garanticen los derechos humanos. No se trata de lo que me viene bien a mí, sino a las mujeres y a la sociedad.

Tenemos que dejar de hablar de consentimiento si nos queremos convertir en sujetos activos, no en objetos pasivos que consienten lo que los hombres desean. Es una trampa mortal para las mujeres, porque cuando se da en una situación de vulnerabilidad es una manera de elegir la vida.

En casos de trata también se da el consentimiento, ahí es donde el Protocolo de Palermo nos explica que un consentimiento obtenido a través del engaño, aprovechándose de la vulnerabilidad, es un consentimiento viciado y no tiene valor jurídico.

El gran problema es que diferenciamos trata de prostitución. 

La trata no es un fin, el fin es la prostitución sexual. Casi todas las mujeres han sido captadas y engañadas (no solo diciéndoles que van a cuidar a alguien sino que van a ganar mucho dinero) para ser explotadas sexualmente. Los 10 millones de euros al día que mueve la prostitución no acaban en los bolsillos de las mujeres, sino en el de los empresarios de los locales de alterne, que no son más que proxenetas.

Incluso Pretty woman, a pesar del daño que ha hecho, se sigue emitiendo porque no somos conscientes de que esa romantización y ese mundo que nos enseña sobre la prostitución no es la real. Sobrevivir en un campo de concentración, estar disponible las 24 horas del día, hacer la performance de la puta feliz, ser penetrada por boca, vagina y ano por desconocidos que no deseas de manera sistemática, sufriendo sus manoseos, babeos y sudores… son técnicas de tortura. Sobrevivimos porque se nos activa un mecanismo de disociación permanente que al final no deja bien a nadie.

Muchas veces la abolición se confunde con la prohibición, cuando realmente no tienen nada que ver. El sistema prohibicionista es un modelo teórico que está implementado en varios países, como, por ejemplo, Rumanía. Es un sistema moralista, cuyo único fin es ocultar la realidad. Supuestamente se persigue a todos los actores del sistema prostitucional, pero sabemos muy bien que la mayoría de las veces son las mujeres las que sufren las consecuencias, siendo perseguidas, multadas, estigmatizadas…

Sin embargo, el modelo abolicionista propone despenalizar y descriminalizar por completo a las mujeres en situación de prostitución, poniendo a su disposición todos los recursos, todas las políticas públicas y lo que haga falta, para que puedan acceder a sus derechos básicos, a sus derechos humanos. Se centra en perseguir todas las formas de proxenetismo, en criminalizar la compra de actos sexuales y también en ofrecer esa formación, esa educación afectivo-sexual a todo el personal, desde las asistentas sociales hasta los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado... Creo que ninguna mujer feminista, si realmente reflexionase sobre todo esto, estaría en contra de que se persigan todas las formas de proxenetismo y se fomenten políticas públicas reales...

A partir de ahí, nos podríamos llegar a entender. El problema es que muchas veces, en nuestros debates feministas, se infiltra información que no es real, que tergiversa nuestro discurso; se nos tacha de moralistas, de puritanas… Me da la risa por no llorar, porque las abolicionistas somos las que realmente luchamos por la libertad sexual de todas las mujeres. Es, en fin, un proceso en el que están inmersas muchas mujeres feministas, ya que creo que al pensamiento abolicionista se llega, porque es muy complejo, por lo que se necesita leer mucho, profundizar, pensar, hablar… Con toda tranquilidad y sin esos altísimos niveles de violencia verbal que pueden surgir, porque es un tema que nos mueve emocionalmente a todas las mujeres. Debemos aprender a escucharnos, porque es el único camino.

Hay una disociación colectiva, incluso en el movimiento feminista, que provoca que se perciba que un violador aprovecha su situación de poder para vulnerar los derechos de una mujer, pero un putero no, porque paga. Esa visión neoliberal de que el dinero todo lo blanquea, ¿le hace menos agresor?, ¿hace que las mujeres estemos más a salvo? Hay que intentar romper con esa división... y que nos duela igual que un hombre vaya a un prostíbulo, a pagar para penetrar el cuerpo de una mujer que no tiene otra alternativa, que cuando se viola en un portal a una joven de 18 años.

La prostitución no es ilegal, ya está regulada y se puede ejercer. Lo que entiendo por legalizar es dar vía libre al proxenetismo, que es lo que está perseguido… No se puede por tanto legalizar porque en los países que han tomado esta decisión la trata ha aumentado, los derechos de las mujeres no han mejorado y los hombres consumen cada vez más porque entienden que están legitimados para penetrar a mujeres que no les desean.

Creo que, además de concienciar y educar, tenemos que limitar el acceso a la pornografía. Estamos construyendo a auténticos monstruos que disfrutan con la vejación a la mujer, con esa misoginia perversa, con la violencia... En una espiral en la que buscan cada vez más violencia para lograr su satisfacción. Estamos creando verdaderos criminales sexuales y no nos estamos dando cuenta.

El problema es mucho más amplio y tiene que ver con el neoliberalismo y la globalización, porque el proxenetismo se ha convertido en una industria que no tiene fronteras, que mueve la economía de países. Lo que sí pienso es que los puteros son los que sostienen económicamente esta gran industria y, así como se fabrican putas a través del empobrecimiento de las mujeres y de la violencia sexual que se ejerce sobre nosotras desde edades cada vez más tempranas, también hay un interés en fabricar puteros para que la rueda siga girando y se siga generando muchísimo dinero. La pornografía, por ejemplo, es una gran herramienta para la fabricación de puteros.

Hace doce años, conseguí salir del sistema prostitucional. Uso ese término cuando quiero afirmar que estoy en contra, porque si digo que estoy en contra de la prostitución, hay gente que entiende que estamos en contra de las mujeres prostituidas, cuando no es así. En el imaginario colectivo, prostitución parece ser que es sinónimo de prostituta, cuando realmente nos estamos refiriendo a todo un sistema... que define el lugar de unas y de otras y de los hombres y las mujeres en el mundo, pero también es un sistema que lo conforman los Estados —algunos exportadores y otros importadores de esta materia prima—, los proxenetas —a los que en el Estado español se les suele dar el nombre de ‘empresarios’, cuando no son más que proxenetas que explotan sexualmente a las mujeres— y los hombres que demandan la prostitución, que son los puteros; nunca los llamo clientes, porque pienso que no puede tener el mismo nombre un hombre que va a comprar el pan y otro que penetra por todos los agujeros a mujeres en situaciones de extrema vulnerabilidad. Es un matiz fundamental.

Nací en Rumanía hace 35 años, en una familia de clase obrera. Era una niña normal y corriente, buena estudiante. Soñaba con ser profesora o médico. Todo cambió cuando sufrí una violación múltiple al salir del instituto por parte de cinco chicos. Sufrí la marginalización y el estigma de la revictimización. Tenía auténtico pánico a que no me creyeran o me culparan, pero guardar un secreto tan terrible me desbordó: me resigné a la violencia y dejé los estudios. Mi entorno no estuvo a la altura.

En mi caso no hubo una pobreza económica, pero sí el abandono emocional de mis padres, que estaban inmersos en la dinámica de un trabajo absorbente que les ocupaba todo el día. A eso se sumó la violencia sexual y su estigma. Ya me habían tachado de puta y mi propio entorno me repudió. A partir de ese momento las violaciones se convirtieron en sistemáticas y mi vida dio un giro radical. No pude gestionar tanto dolor y me convertí en una niña rebelde, violenta, que se escapaba de casa. Así fue como se me quebró la humanidad y la autoestima. Los proxenetas saben muy bien cómo captar a las más vulnerables para vendernos la salvación, diciéndonos que en solo un par de años, a través de la prostitución, vamos a solucionar nuestra vida.

Cuando empecé a reflexionar vi que las historias de vida de mis hermanas prostituidas son una fotocopia. Las putas se fabrican no solo a través de la falta de oportunidades y referencias, todo lo que tiene que ver con la feminización de la pobreza, sino con el arma más destructiva que es la violencia sexual. Si se nos despoja de nuestra humanidad y la sociedad nos trata como desechos, es fácil que los explotadores se conviertan en nuestros salvadores porque la coerción también se da a través de la seducción, de ofrecer protección a unas mujeres que han sufrido muchísima violencia.

Me dijeron, por ejemplo, que iba a repartir las ganancias al 50% con el proxeneta, cosa que no fue verdad, porque en los prostíbulos hay un sistema para quitarnos el dinero, a través de multas, de vendernos productos a precios inflados y de engancharnos a la cocaína y al alcohol. Al final hay toda una maquinaria, a través de las que se nos explota y se nos deja sin nada en lo económico y en lo humano. Los prostíbulos son campos de concentración exclusivos para mujeres empobrecidas, en los que llegamos a perder la identidad. Nos convertimos en mujeres desechables no solo para los proxenetas y puteros, sino también para los Estados y la sociedad, que cree que nosotras elegimos, sin profundizar en la realidad.

Al final, acumulé una deuda total de 3.000 euros. No me contaron que, además del viaje, con el 50% que me daban de mis ganancias, tenía que pagar las habitaciones en las que dormíamos hacinadas, las multas que te ponían para controlar nuestra conducta, la cocaína y el alcohol a los que acabábamos enganchadas enseguida, para poder soportar esa tortura a la que estábamos siendo sometidas 24 horas al día. Me ocultaron la explotación sexual que iba a sufrir.

Yo siempre digo que prostíbulo es como un campo de concentración para mujeres migradas y empobrecidas. Tienes que estar disponible las 24 horas del día, al servicio del deseo de otros y pasando mucho tiempo en espacios asfixiantes donde la penetración se convierte en un acto de tortura. Sentir el manoseo y el aliento de personas a las que no deseas, te hace estar en un estado de alerta permanente y provoca que te conviertas en una máquina.
La deshumanización es absoluta en esos espacios y, de hecho, hay estudios que dicen que las secuelas de la prostitución son similares a las que sufren los veteranos de guerra.

En el imaginario colectivo se entiende que solo es engaño cuando te dicen que vas a venir a hacer otra cosa y te obligan de manera violenta a ejercer la prostitución. Que te engañen también es que te digan que vas a tener poder sobre los hombres, que les vas a sacar todo el dinero. El discurso proxeneta nos llega por todas partes, incluso hoy.

Después de cinco años atrapada, colapsé tanto física como psicológicamente. Nos ocurre a muchas porque nuestra vida útil en esos campos de concentración está entre los dos y tres años, que es cuando ya no servimos para hacer la performance de putas felices. Ni siquiera la sociedad está dispuesta a escuchar a las putas tristes. Por eso, cuando ya no servimos, se nos desecha, porque en la puerta hay otras tres nuevas y nosotras no costamos un euro al Estado, que no se ocupa de nuestra reparación, el acceso a una vivienda, la terapia, etc.

Lo que más huella deja es el miedo que sientes, no solo a ser torturada física, emocionalmente y sexualmente, sino a no poder ganar la manutención que te exige el prostíbulo. También el miedo a contraer una enfermedad de trasmisión sexual, a ser agredida y al mundo exterior porque, muchas veces las puertas de los prostíbulos están abiertas, pero fuera nada nos espera y hay un abismo entre los dos mundos.

Realmente lo que no han conseguido es quitarme la ilusión por vivir. 


Como canta Mercedes Sosa, no es lo mismo vivir que honrar la vida. Es lo que he decidido. Me veo en la obligación moral de actuar. No puedo saber todo lo que sé y no ponerme manos a la obra para que deje de existir esta injusticia. Para que las niñas en países del sur dejen de ser violadas, quebrantadas, deshumanizadas para convertirse en materia prima de la mal llamada industria del sexo, porque es una industria de la explotación sexual. Que se conviertan en diversión para nuestros hombres.

No es fácil ser libre. Hay que aprender a serlo. La sociedad tiene la obligación moral y ética de abrazar con los brazos abiertos a las supervivientes de este sistema criminal que no solo destruye la vida de las mujeres que están en prostitución y las de su familia, sino la posibilidad de lograr la igualdad real entre hombres y mujeres.

Cada vez que cuento lo que pasé, mi dolor mengua. Yo al menos he tenido la suerte de sobrevivir, porque muchas acaban suicidándose o mueren por las adiciones o las enfermedades contraídas.

El sentido de mi vida es luchar contra las injusticias y quiero tener todas las herramientas posibles para lograrlo.

Siempre relaciono los espacios prostitucionales con los campos de concentración, porque la deshumanización y despersonalización es absoluta. Somos convertidas en cosas para que otros se enriquezcan, los proxenetas, o se diviertan, los puteros, que son cuatro de cada diez en este país (España).

Ya hay adolescentes, de alrededor de 16 años, con problemas de disfunción eréctil. Estamos ante una catástrofe, porque la pornografía se consume desde edades cada vez más tempranas y es la única educación sexual, dada la falta de una formación afectivo-sexual. Así es muy fácil perder la vista la conexión que hay entre el cuerpo y el ser, porque se nos está diciendo que son dos cosas diferentes, que no tienen nada que ver. Vamos a ser incapaces de relacionarnos entre hombres y mujeres desde la libertad, desde el deseo de descubrir nuestros cuerpos, nuestro placer. Para los chicos jóvenes, se convierte en una gran frustración, que alimenta cada vez más la violencia, porque se sienten frustrados y el único placer lo sienten denigrando, violentando mujeres. Estamos fabricando agresores sexuales a escala industrial.

Esa disociación entre cuerpo y ser hace mucho daño a la humanidad, sobre todo a las mujeres, pero también a los hombres, que están absolutamente desconectados de sus emociones, de sus deseos...

A pesar de que ellos son los que sostienen todo el sistema, hay muchísimos más implicados. El Estado está a la cabeza, porque permite que esto sea así y no pone los medios para que haya una educación afectivo-sexual, que no promueve políticas públicas para que las mujeres en situación de prostitución tengan a su alcance derechos reales, como puede ser una ayuda económica, acceso a una vivienda digna, formación, terapia, asesoramiento jurídico… Y, sobre todas las cosas, lo que es muy preocupante es que en este país se permite el proxenetismo, porque no se persiguen todas sus formas: las carreteras están plagadas de esos campos de concentración donde las mujeres somos convertidas en meros objetos de uso y abuso, somos la diversión de algunos hombres que no ven diferencia alguna entre quedar con los colegas para ir a jugar un partido de fútbol y acabar las fiestas o las despedidas de soltero en un prostíbulo, donde las mayoría de las mujeres son víctimas de trata, se reconozcan o no se reconozcan como tal.

Sabemos que en los prostíbulos (españoles) un 60% de las mujeres son rumanas. ¿Por qué aceptamos como sociedad que a algunas mujeres se les haga aquello que otras no estamos ya dispuestas a asumir y a aceptar y que incluso es denunciable? Hay que luchar por la igualdad entre hombres y mujeres, pero parece que un sector del feminismo no ve importante combatir esos espacios prostitucionales. Mientras haya prostitución, no vamos a conseguir la igualdad... Si luchamos para conseguir la igualdad real, tendremos que pensar en esas mujeres a las que realmente no se les ha dejado ser más que ese cuerpo. Hay que reflexionar sobre todas las capacidades, todo el talento, toda la humanidad que permitimos que se extinga, porque en esos espacios se nos deshumaniza y se nos despersonaliza, nos convertimos en mujeres en serie; somos simplemente objetos de uso, abuso y diversión…

Tampoco se nos puede olvidar que la industria del sexo (que incluye la pornografía, la trata, la prostitución) mueve diez millones de euros al día y ese dinero se incluye en el cálculo del PIB. Para nuestros dirigentes, significa riqueza, pero a costa del sufrimiento humano de mujeres y niñas.

Estamos viendo, además, que cada vez hay más demanda de niñas, sí, pero también de niños, porque la perversión no va a parar, va a ir a más. En países en los que se ha normalizado el consumo de prostitución, donde se ha legalizado el acceso al cuerpo de las mujeres, las prácticas sexuales son cada vez más violentas, más denigrantes, más vejatorias. Esto se debe a que el mensaje que recibe la sociedad, que reciben los hombres, es que no pasa absolutamente nada por tener sexo con una mujer que no te desea, a la que incluso puedes dar asco.

Esto nos tiene que preocupar a todos; también a los hombres que jamás hayan consumido ni vayan a consumir prostitución, que deben posicionarse igualmente... Hay que empezar a construir un mundo en el que las relaciones entre hombres y mujeres sean placenteras, en las que las dos partes sean sujetos de derechos y sujetos deseantes. De lo contrario, si los dos no comparten ese deseo mutuo, ese placer, la relación sexual pierde todo su encanto y pasamos a hablar de otra cosa que tiene que ver más con la dominación y el poder.

El gran problema de la sociedad es que piensa que prostitución es sinónimo de prostituta, pero estamos hablando de que es todo un sistema el que nos prostituye, de Estados que permiten o fomentan que los hombres puedan utilizar a las mujeres, la mayoría de ellas migradas, sobre todo del Sur del mundo y del Este de Europa. Un sistema que nos destruye psicológicamente y una sociedad que nos responsabiliza, que nos revictimiza. Yo salí físicamente hace 12 años, pero psicológicamente tardé mucho más. Todavía hoy sigo saliendo cada día un poquito más. Lo que a mí me impulsó fue tocar fondo. Después de cinco años, me colapsé, ya no era capaz de hacer esa performance de la puta feliz.

Salté al vacío, no aguantaba más, y me encontré literalmente en la calle. La sociedad no estaba preparada para recibirme. Fue muy violento todo, la gente me miraba como si fuera alguien sucia, que no valía nada. El estigma que sufrimos las mujeres en prostitución se produce cuando nos movemos de lugar.

Mi gran suerte, además de empezar a trabajar como camarera, fue encontrarme con gente en el camino que ha sabido ver en mí la humanidad, que me ha tratado con mucha paciencia, con respeto y reconocimiento.

Existe un lobby proxeneta que tiene muchísimos intereses en que se reconozca la prostitución como un trabajo, porque de esta forma la situación de las mujeres no va a mejorar de ninguna manera. Tenemos ejemplos claros en Alemania, Holanda o Nueva Zelanda. El lenguaje es importante porque banaliza lo que realmente es la prostitución: la destrucción y degradación de la dignidad humana. Ser penetrada por boca, vagina y ano por perfectos desconocidos, manoseada, babeada, que te suden encima, no se puede considerar un trabajo. Los puteros no nos están dando trabajo, sino que nos están instrumentalizando para obtener placer y reforzar su masculinidad. Eso solo tiene un nombre: esclavitud.

El principal responsable es el Estado, porque permite que exista ese sistema de proxenetismo y no lo persigue, pero también lo son los hombres que consumen prostitución, porque están financiando ese sistema de esclavitud.

Lo que pedimos, en primer lugar, son políticas públicas para que las mujeres puedan abandonar la situación de prostitución. Después, la eliminación de todas las formas de proxenetismo, con una reforma en el Código Penal. Entendemos que el putero es un agresor sexual que lo único que le diferencia de un violador es el intercambio de un billete. Él sigue aprovechando la situación de debilidad y de vulnerabilidad de la víctima para satisfacerse, cosificarla y dominarla.
Además, nos parece imprescindible la educación afectivo-sexual, porque nuestros jóvenes se están educando a través de la misoginia grabada que es la pornografía.

Un estudio de la Universidad de Baleares señala que los niños empiezan a consumir pornografía con tan solo ocho años. Hace falta fabricar puteros para que esta gran industria criminal, que tiene dimensiones globales, siga dando tantos beneficios. Por lo tanto, se utiliza la pornografía y otras estrategias de márquetin como fiestas temáticas, el sorteo de un polvo con una chica a elegir…
Además, el tipo de pornografía ha cambiado, ahora es mucho más denigrante y violenta. Se ha hecho tan habitual que ellas terminan pensando que si no disfrutan de esas prácticas es su culpa. Así que lo peor que se le puede decir a una chica, ya no es puta, sino puritana.


Fuentes:
https://www.hoac.es/2019/11/25/amelia-tiganus-es-un-ejercicio-de-cinismo-hablar-de-igualdad-mientras-exista-la-prostitucion/?fbclid=IwAR0f_w4PokR2y8DyEWbd2jtYGOYs1BUwEqmuDwAxge8gK8798kYSDG9VDvY
https://www.20minutos.es/noticia/3554437/0/amelia-tiganus-proxeneta-putero-mercancia-prostitucion/
https://www.elcomercio.es/sociedad/amelia-tiganus-activista-feminicidio-asturias-20190531215223-nt.html
https://www.eldiario.es/norte/Amelia-Tiganus-fabricando-agresores-industrial_0_914459612.html
https://www.eldiario.es/cv/alicante/Amelia-Tiganus-superviviente-equipare-prostitucion_0_954005680.html
https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20190204/amelia-tiganus-prostibulos-campos-concentracion-prostitucion-trata-7285462
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/sociedad/2019/09/12/prostibulo-campo-concentracion-mujeres/0003_201909G12P24993.htm
https://www.deia.eus/2019/03/31/sociedad/euskadi/lo-mas-transgresor-no-es-decir-que-les-den-el-carne-de-puta-y-ya-sino-apoyar-el-abolicionismo
https://www.diariodeibiza.es/pitiuses-balears/2019/05/14/amelia-tiganus-vendieron-prostituta-300/1066520.html