10 desafíos que nos plantea a los católicos la problemática LGBT

Sacerdotes y fieles ayuden a los que se identifican como LGBT "procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza" (cf. FC 84c)

Desafío 1. Invitémoslos a la conversión con humildad y mansedumbre

¿Tenemos en cuenta que todos, independientemente de nuestras tendencias afectivo-eróticas, debemos conformarnos por completo a las enseñanzas de la Iglesia sobre la moralidad sexual? ¿Les damos buen ejemplo o somos objeto de aquel reproche del Corazón de Jesús a los fariseos (ver Mt 23,3)? ¿Estamos dispuestos a llamar a la conversión también a los heterosexuales que conviven antes de casarse o usan métodos anticonceptivos? Debemos ser coherentes. Por ejemplo, Jesús condena el adulterio directamente (Lc 16,18), y por eso toda buena parroquia invita humilde y amablemente (ver Ef 4, 2 y 32) a la conversión a los que están en esa situación. ¿Invitamos a los LGTBI a la conversión con la misma humildad y mansedumbre?

Desafío 2. Escuchemos, sintamos y hablemos como Jesús

Escuchemos las experiencias de los LGBT y sus padres y familias. Si no sabes qué decir, podrías preguntar: “¿Cómo es estar como gay / lesbiana / trans en nuestra Iglesia?”. Invita a los padres de los LGBT para hablar y pregúntales: “¿Qué sienten al tener un hijo gay?”. Y presta atención a lo que dicen. Estemos atentos al lenguaje que ellos usan, para emplear nombres, palabras y terminología que les resulte cercana y entrañable. Lo importante es ayudar a los padres a saber que es posible amar a su hijo sin aceptar sus elecciones y es posible aceptar las enseñanzas de la Iglesia sin hacer sentir a sus hijos alejados de la familia.

Si se quiere comenzar una pastoral de acompañamiento a LGBT, comenzar por enterarse de las experiencias de los LGBT que han hecho un camino de fe (en YouTube y blogs hay muchos testimonios). Para que las enseñanzas de la Iglesia den fruto, se debe partir de considerar las experiencias de conversión suscitadas por Dios. Prepárense también meditando el modo en que Jesús trató a las personas heridas, por ejemplo, a la samaritana (Jn 4,1-42) y la adultera (Jn 8,1-11). Jesús construye una relación con la Mujer en el Pozo. No comienza con una discusión sobre moralidad. No evita el problema moral, lo alcanzará a tiempo, pero eso es solo después de haber construido una relación con la persona. Debemos apropiarnos de la actitud del Corazón de Jesús (ver Mt 11,28-30) y no la de los fariseos (ver Mt 23,4). Así podrás escuchar, sentir y hablar como Jesús. Hay que tener en cuenta la paciencia y la bondad de Cristo y la forma en que se acercó a las personas. Como Iglesia estamos llamados a no horrorizarnos de las heridas y fracturas que traen los demás, incluidos los LGTBI. Debemos formar y construir relaciones y dejar que la gracia haga su trabajo: para que las personas puedan llegar a la verdad, a su tiempo y de acuerdo con la providencia de Dios, de una manera pacífica para ellos.

Desafío 3. Reconozcamos su existencia

Tan solo animarnos a notarlos puede ser un paso adelante. Algunas veces, en las charlas se puede decir algo como: “Jesús nos llama a todos a convertirnos y a aprender amar y recibir en nuestra mesa a toda clase de pecadores: mujeres, varones, ya sean adultos, jóvenes, ricos, pobres, sanos, enfermos, prostitutas y los que las abusan, adúlteros, castos, heterosexuales, LGBT.” Puede ser un signo de paz y también enviar una señal a sus padres y abuelos, hermanos y hermanas, tías y tíos. Porque puede ser que no haya LGBT en tu grupo parroquial, pero seguramente tienes padres y abuelos de LGBT.

Desafío 4. Reconozcamos las malas actitudes

Si los LGBT o sus familias han sido lastimados por comentarios y actitudes de alguien de la Iglesia, aunque fuera sacerdote, hay que reconocerlo y no ponernos a la defensiva.

Foto de Kindel Media
Desafío 5. No limitemos la invitación a la conversión de los LGBT a un llamado a la castidad

Los LGBT, como todos, necesitan una conversión integral que incluye, pero va más allá de lo sexual. Pero a veces eso no lo tenemos claro. Recordemos no limitar el acompañamiento a la cuestión "castidad vs. lujuria", sino que pongamos eso en el marco del trabajo de las otras muchas virtudes y vicios en sus vidas. Hay LGBT que son padres responsables y otros irresponsables; unos que están cuidando a sus padres enfermos y otros que los descuidan; hay quienes ayudan a los necesitados y quienes los desprecian; hay quienes están involucrados en los grupos de la parroquia y quienes no. Veamos toda la complejidad. Y cuando hablemos de la virtud de la castidad con alguien LGBT, hagámoslo haciéndole notar que también la necesitan aprender y cultivar los heterosexuales.

Desafío 6. Recibirlos en los grupos de la parroquia

Como decíamos en el desafío anterior, hay una tendencia a estancarnos en la moral sexual con los LGBT, lo que es insuficiente. Como resultado, los LGBT pueden verse tentados a mentir o avergonzarse acerca de lo que sienten y pueden terminar pensando que ellos no tienen lugar en ningún grupo de la parroquia. Como todos los demás, los LGBT deben ser invitados a actividades parroquiales que los puedan ayudar en su proceso de dejarse transformar (ver Rm 12,2) por la acción del Espíritu: grupos de adoración eucarística, ministerios de música, grupos de oración, pastoral del duelo y muchos otros (se puede hacer una analogía con lo que se dice en Familiaris consortio 84c y Reconciliatio et paenitentia 34e). Encontrarles un lugar, es parte de nuestra misión como Iglesia. Simplemente, hay que ayudarlos a ir a donde sientan que tiene lugar, a donde puedan estar sin vergüenza. Ofrecerle entrar en un grupo a alguien como ellos, que casi toda su vida pensaron que la Iglesia no era para ellos, puede transformarle la vida.

Desafío 7. Ver el trigo en medio de la cizaña

Debemos reconocer los talentos personales que cada LGBT puede ofrecer en la Iglesia. Por ejemplo, ser miembros del coro. Hay otros que tienen el don de la amabilidad y otros de la compasión. Recordemos que para ellos, como para todos los que se sienten muy lejos de Dios, es importante reconocerles que tienen trigo en medio de la cizaña (ver Mt 13,24-32).

Desafío 8. Ir preparándonos todos para saber qué decirles

Podemos llegar a tener una pastoral preparada para acompañar, pero ¿y todos los demás? ¿Saben qué decirle a una pareja lesbiana que desea bautizar a su hijo? ¿Y el catequista que tiene un padre gay que va a la charla de padres? ¿Cómo acompañamos al padre de un homosexual que acaba de morir y que quiere un funeral para su hijo? ¿Los homosexuales y lesbianas son invitados a los grupos de pastoral del duelo cuando su compañero muere? ¿Están formados los agentes de pastoral y las familias acerca de cómo acompañar a los homosexuales según la doctrina de la Iglesia?

La voz de la parroquia no es solo la voz del sacerdote, sino la de todos. Piénsenlo de esta manera: si no diera un adecuado recibimiento a los LGBT, la Iglesia no cumpliría con su misión de llamar a la gente que está el borde del camino y ayudarles a tener el vestido nupcial (ver Mt 22, 1-14). Si no buscáramos incorporar a los LGBT, estaríamos faltando a nuestra misión de anunciar el Evangelio a todas las gentes.

Desafío 9. Tenerlos en cuenta al momento de la misión

Como todos, los LGBT tienen que saberse llamados a formar parte de la Iglesia. Y, como para con todos sus hijos, la responsabilidad de la Iglesia es invitarlos a formar parte de los discípulos que quieren aprender del Señor Jesús y aceptar su camino de conversión. Pero muchos LGBT creen que la Iglesia no tiene un lugar para ellos. De manera que la invitación a los eventos y jornadas son momentos propicios para tender la mano hacia ellos.

En cuanto a los eventos específicos para convocarlos, hay muchas posibilidades: se puede ofrecer un retiro de fin de semana, una jornada de meditación, o invitar a un charlista. Y las charlas no tienen que limitarse a los temas de la lucha del espíritu contra la carne (ver Gal 5,16-19), por ejemplo, se puede llamar a una persona para que dé a los LGBT un taller de oración, o que pase un video sobre un tema que los motive y aliente a más, tal como la experiencia de aquellos transgéneros que se han convertido o vuelto a la fe católica.

Respecto a los grupos de acompañamiento LGBT, hay muchos modelos: Grupos donde LGBT hablan entre sí de manera privada, grupos en los que los LGBT se reúnen con laicos, grupos de formación sobre la doctrina de la Iglesia sobre virtudes a cultivar y vicios a abandonar, grupos con métodos más integrales donde no se limitan a la sexualidad, sino que abarcan también otras cuestiones a las que los LGBT se enfrentan (como los abusos o los miedos), grupos familiares para padres; grupos de formación de adultos, de justicia social y la pastoral juvenil, cenas de diálogos a partir de historias, etc. Todo esto depende de cada parroquia. Imagínense lo sanador que es para los LGBT pasar de pensar casi toda su vida que no pueden ser parte de la Iglesia a que luego le pidan que hablen sobre sus experiencias de fe.

Desafío 10. Ser una voz profética cuando sus vidas peligren

Hay muchas ocasiones en que la Iglesia debe ejercer su denuncia profética en favor de los LGBT. Estamos hablando de los hechos en países donde los homosexuales son hostigados y encarcelados o incluso ejecutados y las lesbianas violadas por ser tales. En esos países, la defensa de la vida y de la dignidad humana de los LGBT es un tema esencial. En otros países, la Iglesia puede reaccionar proféticamente ante incidentes de suicidios de adolescentes trans o ante crímenes de intimidación o abuso.