La vocación es la propuesta que Jesús hace a quienes dice «¡Sígueme!»:
- los invita a entrar en su amistad, a escuchar de cerca su Palabra y a vivir con Él;
- les enseña la entrega total a Dios y a la difusión de su Reino según la ley del Evangelio (ver Jn 12,24);
- los invita a salir de la propria voluntad cerrada en sí misma, de su idea de autorrealización, para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, y dejarse guiar por ella;
- les hace vivir una fraternidad, que nace de esta disponibilidad total a Dios (ver Mt 12, 49-50), y que llega a ser el rasgo distintivo de la comunidad de Jesús (ver Jn 13, 35).
La respuesta afirmativa a la vocación exige aprender a:
- tener la mirada de Jesús,
- conocerlo íntimamente,
- escucharlo en la Palabra
- encontrarlo en los sacramentos,
- conformar la propia voluntad con la suya.
Es una verdadera escuela de formación para los que se preparan al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada, bajo la guía de las autoridades competentes de la Iglesia.
El Señor llama en todas las edades de la vida, para compartir su misión y servir a la Iglesia en el ministerio ordenado y en la vida consagrada, y la Iglesia «está llamada a custodiar este don, a estimarlo y amarlo...» (Juan Pablo II, PDV, 41).
Especialmente en nuestro tiempo en el que la voz del Señor parece ahogada por «otras voces» y la propuesta de seguirlo, entregando la propia vida, puede parecer demasiado difícil, toda comunidad cristiana, todo fiel, debería de asumir conscientemente el compromiso de promover las vocaciones.
Es importante alentar y sostener a los que muestran claros indicios de la llamada a la vida sacerdotal y a la consagración religiosa, para que sientan el calor de toda la comunidad al decir «sí» a Dios y a la Iglesia.
[...] «Los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera» (Carta a los Seminaristas, 18-10-2010).
Conviene que cada Iglesia local se haga cada vez más sensible y atenta a la pastoral vocacional, educando en los diversos niveles: familiar, parroquial y asociativo, principalmente a los muchachos, a las muchachas y a los jóvenes —como hizo Jesús con los discípulos—:
- para que madure en ellos una genuina y afectuosa amistad con el Señor, cultivada en la oración personal y litúrgica;
- para que aprendan la escucha atenta y fructífera de la Palabra de Dios, mediante una creciente familiaridad con las Sagradas Escrituras;
- para que comprendan que adentrarse en la voluntad de Dios no aniquila y no destruye a la persona, sino que permite descubrir y seguir la verdad más profunda sobre sí mismos;
- para que vivan la gratuidad y la fraternidad en las relaciones con los otros, porque sólo abriéndose al amor de Dios es como se encuentra la verdadera alegría y la plena realización de las propias aspiraciones.
(Cfr: Mensaje papal para la JMOV 48)
ORACIÓN DE DISCERNIMIENTO
te doy las gracias por haberme creado.
Confío que tú quieres mi felicidad
y que tienes una vocación para mi.
Abre mi corazón a tu vocación,
y por el Espíritu Santo dame la valentía
para seguir a tu Hijo Jesús
a donde sea que él me lleve.
Quiero amarte, darte gloria,
y edificar tu Reino de amor y justicia.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
Amén.
Padre Nuestro...
Dios te salve, María...
Gloria...