Amar es salir de sí mismo (Trinidad)

 En realidad, ¿qué me interesa todo el cúmulo fascinante de conocimientos de las actuales ciencias que escrutan las profundidades del cosmos y de la materia y de la fisiología y de la psicología si no dan sentido a mi vida? ¿Si no me dicen para qué y cómo existir, cómo lograr la felicidad?


A eso ¿no contribuirá a lo mejor más ver como es y como existe Aquel que es el origen mismo del existir, de la vida, de la belleza y de la felicidad, que todo lo que me pueda decir sobre el ser humano, la filosofía, la sociología, la psiquiatría y todas juntas las ciencias del hombre? ¿Y no encontrarán estas ciencias, a la luz de la existencia plena de Dios, una claridad decisiva que por sí mismas no pueden hallar?

Justamente esta conexión entre el ser de Dios y nuestra felicidad, eso es lo que, en sencillas, pero sublimes palabras, escuchamos en la pluma de Juan. Desde el Dios cuyo existir es amor de la primera epístola, terminando, en el evangelio (Jn 15,9-17), en el amor que, en nosotros, nos lleva a la plenitud del ser y del gozo.

Resulta ineludible recordar, empero, que las palabras 'amor' y 'amar' son traducciones defectuosas del texto original griego de Juan. Ya en su época el término 'amor' era capaz de significar cualquier cosa. Los vocablos usuales que vertemos como 'amor' eran 'filía' y 'eros', algo así como 'amor' y 'deseo'. Ninguno de los dos quiere usar nuestro evangelista para designar a lo que apunta la enseñanza de Cristo y, entonces, inventa una palabra nueva: 'agape'.

La frase que nosotros traducimos 'Dios es amor', en griego, suena así: 'Zeós estín agápe'. Y a los griegos les sonaba tan raro, casi, como les acaba de sonar a ustedes. Era un neologismo total.

Juan lo hace a propósito, para mostrar la novedad del amor que predica Jesús. En latín la palabra 'agape' se tradujo como 'cáritas', 'caridad', término inconsueto, también, en latín. Así que la traducción correcta de la frase al castellano sería: 'Dios es caridad'. Y, el mandamiento del amor ('agapate alélus'): 'ténganse caridad unos a otros'. Pero, como los traductores de nuestros textos afirman que la palabra 'caridad' también se entiende mal ('dar limosna', o algo así), han traducido expresamente (como Juan no quería) 'agape' con el término profano 'amor'.

Gracias a Dios, basta leer el contexto con atención para entender lo que para él es el 'amor'.

Y ¿Qué es el amor? El amor ¡es Dios! Porque, vean, Juan no está diciendo solamente que 'Dios es bueno', que al Omnipotente, al Creador de todas las cosas, a la Sabiduría increada, no le tenemos que tener miedo porque 'en el fondo es bueno', sino que nos está afirmando que la existencia misma de Dios, su vivir profundo, su misma esencia, es 'agape', 'Amor'.

¿Y qué es este amor en Dios? ¿Un estar enamorado de sí mismo? ¿Un mirarse complacido en el espejo? ¿O, quizá, simplemente, un tener buenos deseos y propósitos frente a nosotros? No. La cosa es mucho más esencial y maravillosa. Dios es amor, 'agape', porque su misma existencia íntima es 'éx-tasis'. De tal manera que el existir mismo de Dios es un darse total que se llama Padre y que, recibido en el Hijo, se devuelve y aúna en el Espíritu Santo. Un movimiento 'extático' tan perfecto que, como no es 'parte' de Dios lo dado y recibido, sino 'Todo', Dios sigue siendo Uno solo y, en Él, hay un único existir divino, a pesar de ser 'convivido' por tres, llamémosles, 'Personas'.

Aunque de Dios no supiéramos más que esto, que su existir es 'agape', que su felicidad es darse, salir de Sí mismo, éxtasis y que ser persona es no conservar nada de sí para entregarlo al 'tú' y al 'ustedes', morir al egoísmo para afirmar al otro, y que existir es convivir y darse, ¿no nos está diciendo esto mucho más que tantos consejos, tantas morales, tantas psicologías?

Y, desde allí ¿no comprendemos ya mejor que la creación y nuestra existencia sean una prolongación de este ser de Dios que es, en Sí mismo, puro darse, 'agape'? ¿Y que el darse mismo del Padre, que es el Hijo, se transforme en don para nosotros en Jesucristo? ¿Y que la máxima expresión de este 'agape' hacia nosotros es que Jesús da la vida -nada se reserva, nada afirma de sí- por nosotros sus 'amigos'? ¿Y que nuestra misma vida y aun búsqueda de felicidad y de personalización y de sentido han de pasar en nuestro interior y exterior no por la afirmación individualista y centrípeta de nuestro yo, como nos enseña el mundo moderno, con lo que obtenemos un conglomerado, tanto en la sociedad como en la familia, que no parece ser a veces más que una suma de egoísmos?

¿Qué tiene que ver todo esto con el crudo deseo, con el sentimentalismo, con el puro sexo, con el amor bobo que hoy a veces se predica?

Porque no se trata simplemente de 'amar', amar sin rumbo ni cauce, sino 'cumpliendo los mandamientos'. Más aún, a imagen de Cristo: "Ámense los unos a los otros no de cualquier manera, sino como yo los he amado".