Posición de la Iglesia Católica frente a algunos términos de salud sexual

Los llamados operativos de salud sexual y reproductiva

La Iglesia Católica apoya el modo de tratar las cuestiones de sexualidad y reproducción, cuando esta afirma que los cambios de actitud tanto de los hombres como de las mujeres son condiciones necesarias para conseguir la igualdad, y que la responsabilidad en materia sexual corresponde tanto a los hombres como a las mujeres; las mujeres son, además, muy a menudo, víctimas de un comportamiento sexual irresponsable, en cuanto a sufrimiento personal, enfermedad, pobreza y deterioro de la vida familiar. No se es suficientemente audaz en reconocer la amenaza para la salud de las mujeres derivada de las actitudes difundidas de permisividad sexual. Igualmente, la Iglesia Católica denuncia a las sociedades que han abdicado de su responsabilidad de intentar cambiar, en sus verdaderas raíces, actitudes y comportamientos irresponsables. [Fuente 1

1. Con respecto a los términos «salud sexual» y «derechos sexuales», «salud reproductiva», y «derechos reproductivos», la Iglesia Católica los considera como partes de un concepto integral de salud, en cuanto que (cada uno según su propio modo) abarcan a la persona en la totalidad de su personalidad, su mente y su cuerpo, y que favorecen el logro de la madurez personal en la sexualidad, en el amor mutuo y en la capacidad de tomar decisiones, que caracterizan el vínculo conyugal, según las normas morales. La Iglesia Católica no considera el aborto, o el acceso a él, una dimensión de esos términos.

La Iglesia Católica afirma que no se debe promover el aborto como método de planificación familiar y que se deben hacer todos los esfuerzos necesarios para eliminar los factores que llevan a las mujeres a buscar el aborto. El Papa Juan Pablo II ha puesto de relieve, hablando de la responsabilidad ante la trágica y dolorosa decisión de la mujer de recurrir al aborto, que «antes de ser una responsabilidad de las mujeres», hay ocasiones en que «es un crimen imputable al hombre y a la complicidad del ambiente que lo rodea». Todos los que están comprometidos genuinamente en el progreso de las mujeres pueden y deben ofrecer a la mujer o a la joven que están embarazadas, solas y atemorizadas, una alternativa mejor que la destrucción de su propio hijo aún no nacido. Una vez más, las mujeres comprometidas deben tomar la iniciativa en la lucha contra las prácticas sociales que facilitan la irresponsabilidad de los hombres al mismo tiempo que marcan a las mujeres, y contra una vasta industria que saca sus ganancias de los cuerpos de las mujeres, a la vez que se precia de ser su libertadora. [Fuente 1]

2. Con respecto a los términos «anticoncepción», «planificación familiar», «salud sexual y reproductiva», «derechos sexuales y reproductivos», «posibilidad de las mujeres de controlar su propia fertilidad», «más amplia gama de servicios de planificación familiar» y otros términos que atañen a los servicios de planificación familiar y a conceptos de regulación de la fertilidad, es conocida la posición sobre los métodos de planificación familiar que la Iglesia católica considera moralmente inaceptables, o sobre los servicios de planificación familiar que no respetan la libertad de los esposos, la dignidad humana y los derechos humanos de las personas interesadas.

En este contexto, la enseñanza de la Iglesia católica sobre la procreación es frecuentemente mal comprendida. Decir que sostiene la procreación a cualquier costo es ciertamente tergiversar sus enseñanzas sobre la paternidad responsable. Sus enseñanzas sobre los medios de planificación familiar son vistas a menudo como demasiado exigentes para las personas. Pero ninguna forma de asegurar un profundo respeto de la vida humana y su transmisión puede dispensar de una autodisciplina y de privación personal, sobre todo en culturas que promueven la autotolerancia y la gratificación inmediata. La procreación responsable requiere también de modo especial la igual participación y responsabilidad compartida de los maridos, lo cual solo se puede alcanzar mediante un proceso de cambio de actitudes y comportamiento. [Fuente 1]

3. Con respecto a los términos «parejas e individuos», la Iglesia Católica considera que dichos términos se refieren a parejas casadas, y a los hombres y mujeres que constituyen esas parejas. Rechaza una interpretación individualista de la sexualidad, que no presta la debida atención al amor recíproco y a la capacidad de tomar decisiones, que caracterizan el vínculo conyugal.

5. La Iglesia Católica considera el matrimonio como una sociedad, en igualdad de condiciones, entre un varón y una mujer.


Fuente: L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n°38, p.12.