La gran deuda de un Itinerario Catequístico Permanente 38 años después del II Congreso Catequístico Nacional
En 1987, la Iglesia argentina celebró un hito que marcaría un antes y un después en la evangelización del país: el II Congreso Catequístico Nacional. Bajo el lema "Juntos para una evangelización permanente", el evento, que tuvo lugar en la ciudad de Rosario, no solo conmemoraba el 25 aniversario del primer congreso, sino que también respondía a la visita del Papa Juan Pablo II y a la declaración de 1987 como "Año Catequístico Nacional".
Sin embargo, más allá de la celebración, el II Congreso forjó una propuesta de implementación en muchos aspectos todavía pendiente y que resulta esencial para el futuro de la catequesis nacional: el llamado a un Itinerario Catequístico Permanente. A 38 años de aquel encuentro, es vital recordar y reflexionar sobre este concepto, que buscó transformar la catequesis de una preparación sacramental puntual a un proceso integral de formación en la fe.
Más allá de la preparación sacramental
Históricamente, la catequesis en Argentina, como en muchas partes del mundo, ha estado centrada en la preparación para los sacramentos de la Primera Comunión y la Confirmación. Si bien esta labor es fundamental, el II Congreso Catequístico Nacional identificó la necesidad de ir más allá. En su convocatoria, la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) sostenía que el "Itinerario Catequístico Permanente" no era una alternativa, sino una "exigencia nueva" para la Iglesia.
Este enfoque implicaba entender la catequesis no como un fin en sí mismo, sino como un camino de fe que abarca toda la vida del creyente. Buscaba superar la idea de que la formación cristiana culmina con la recepción de un sacramento, para proponer un acompañamiento constante en el seguimiento de Cristo.
Los desafíos del Itinerario Catequístico Permanente a 38 años de su propuesta
Aunque el II Congreso Catequístico Nacional de 1987 sentó las bases para un enfoque renovado de la catequesis en Argentina, la implementación plena del Itinerario Catequístico Permanente sigue siendo un objetivo a alcanzar. A casi cuatro décadas del evento, persisten desafíos significativos que impiden que este ideal se concrete en la mayoría de las comunidades. Reflexionar sobre estos aspectos pendientes es clave para revitalizar el compromiso con una evangelización constante e integral.
1. Superar el modelo de "catequesis de preparación"
A pesar de los esfuerzos, el modelo de catequesis sigue fuertemente anclado en la preparación para los sacramentos de la Primera Comunión y la Confirmación. Una vez recibidos, muchos bautizados se desvinculan de un proceso formativo continuo.
2. La formación integral y permanente de los catequistas
La visión de un itinerario permanente requiere catequistas capaces de acompañar a las personas en las distintas etapas de la vida. Si bien se han dado pasos en la formación, todavía se necesita:
Una formación que trascienda lo doctrinal: Los catequistas no solo deben transmitir conocimientos, sino ser verdaderos testigos de la fe. Su formación debe incluir una dimensión espiritual profunda y experiencial.
Estrategias para la formación continua: Muchos catequistas, especialmente los que llevan años de servicio, están desactualizados. Es crucial que se sirvan de las amplias ofertas de trayectos formativos flexibles y accesibles que les permiten responder a las nuevas realidades culturales y sociales.
3. Articular la catequesis con la vida comunitaria
El itinerario catequístico no puede reducirse a un programa de lecciones, sino que debe estar inmerso en la vida de la comunidad eclesial.
4. Adaptar la catequesis a un contexto cultural en constante cambio
El desafío de evangelizar a una sociedad secularizada y digital sigue siendo enorme. El itinerario catequístico debe incorporar la dimensión virtual en la catequesis: La realidad digital ha modificado la forma en que las personas se comunican y aprenden. La catequesis debe integrar de manera creativa y efectiva las herramientas virtuales para llegar a quienes se desenvuelven en este entorno.
Recibir los sacramentos dentro de grupos de pertenencia: una vía para la implementación del Itinerario Catequístico Permanente
Una de las formas más efectivas de superar la catequesis "de preparación" y avanzar hacia un Itinerario Catequístico Permanente es integrar la formación sacramental en los grupos de pertenencia ya existentes en la parroquia o la comunidad. Al enmarcar la preparación para los sacramentos dentro de la vida de un grupo estable —como los Scouts, Infancia Misionera o grupos continuos de niños y adolescentes— se refuerza el sentido de comunidad y se garantiza un acompañamiento más allá de la recepción del sacramento.
1. Superar la fragmentación de la fe y la vida
El modelo tradicional de catequesis a menudo separa la formación religiosa de la vida cotidiana de los niños y jóvenes. La fe se convierte en un conocimiento que se recibe en un espacio y un tiempo determinado, pero que no se articula con sus experiencias, relaciones y crecimiento personal. La propuesta de integrar la preparación sacramental en los grupos de pertenencia logra:
Articular fe y vida: Los sacramentos se viven como un hito significativo dentro de un camino de fe compartido, no como un punto final. La oración, la formación, el servicio y la celebración se dan en el mismo contexto de amistad y crecimiento.
Fortalecer la identidad del grupo: La experiencia sacramental se convierte en un momento cumbre en la vida del grupo, reforzando los lazos comunitarios y la conciencia de ser una comunidad de fe.
2. El ejemplo de los grupos scouts e Infancia Misionera
Estas experiencias, a menudo paralelas a la catequesis parroquial, ofrecen un modelo muy valioso para la implementación del itinerario permanente:
Scouts: El movimiento Scout tiene una pedagogía de crecimiento integral, que incluye la dimensión espiritual. Si la preparación sacramental se integra en la progresión y la vida del grupo, los sacramentos no se reciben por fuera, sino como un paso natural en el camino del discipulado. Esto asegura que la fe se celebre y se viva antes y después de recibir el sacramento, en un ambiente de pertenencia y compromiso.
Infancia Misionera: De la misma forma, un niño que participa en Infancia Misionera vive una experiencia de fe que va más allá de la preparación sacramental. La oración, la solidaridad y el conocimiento de la misión de la Iglesia son parte de su vida en el grupo. La preparación para la Primera Comunión, por ejemplo, se puede vivir como una intensificación de ese camino misionero.
3. Constituir grupos continuos de niños y adolescentes
Otra vía de implementación es la creación de grupos de edad que comiencen su camino antes de la edad sacramental tradicional y permanezcan juntos después.
Antes de la edad sacramental: Grupos de niños pequeños (desde los 6 o 7 años) se encuentran para rezar, conocer la Palabra de Dios y familiarizarse con la vida de la parroquia. Cuando llegue el momento de preparar la Primera Comunión, ya tendrán una base sólida y un sentido de pertenencia a una comunidad de fe.
Después de la edad sacramental: Los grupos de adolescentes (post-confirmación) pueden continuar reuniéndose, formándose y sirviendo a la comunidad. De esta forma, se evita el abandono de la fe después de la Confirmación, y se ofrece un espacio para el acompañamiento durante una etapa crucial del desarrollo.
Más allá de la preparación: La catequesis sacramental en grupos de pertenencia
La catequesis sacramental tradicional, a menudo enfocada en la preparación intensiva para la Primera Comunión o la Confirmación, corre el riesgo de ser vista como una meta final en el camino de fe. Sin embargo, la verdadera evangelización no se detiene en la recepción de un sacramento, sino que se nutre y florece a lo largo de toda la vida. Para que la fe eche raíces profundas y no se marchite, la Iglesia propone un modelo más dinámico e integrador: el Itinerario Catequístico Permanente. Y la forma más eficaz de lograrlo es a través de la catequesis sacramental dentro de los grupos de pertenencia de la comunidad.
El itinerario, un camino de toda la vida
El Itinerario Catequístico Permanente reconoce que la formación en la fe es un proceso continuo y progresivo, adaptado a las distintas etapas de la vida. Los sacramentos, en lugar de ser estaciones terminales, se convierten en hitos vitales que impulsan y fortalecen un camino de crecimiento constante. Este modelo se opone a una visión fragmentada de la catequesis, promoviendo una formación integral que abarque todas las dimensiones del ser cristiano.
El grupo de pertenencia: donde la fe se vive y se comparte
La catequesis en un grupo de pertenencia es un enfoque que contrasta con la catequesis masiva y despersonalizada. No se trata simplemente de reunir a un grupo de personas de la misma edad, sino de crear una comunidad donde los miembros puedan conocerse, compartir su fe y acompañarse mutuamente en su proceso de maduración espiritual.
Ventajas de la catequesis en grupos de pertenencia:
Genera comunidad y sentido de pertenencia: Los grupos pequeños facilitan la creación de lazos afectivos, permitiendo a los miembros sentirse parte de la familia parroquial. El sentido de pertenencia se convierte en un ancla que los mantiene conectados a la vida de la Iglesia, mucho después de haber recibido el sacramento.
Fortalece la dimensión comunitaria de la fe: La fe cristiana no es un asunto individual. En el grupo, los catequizandos aprenden a vivir la fe en común, a superar las dificultades juntos y a proyectar la vida cristiana en sus dimensiones social y caritativa.
Promueve el diálogo y la escucha: En un ambiente de confianza, los participantes se sienten más cómodos para plantear sus dudas, compartir sus experiencias de fe y aprender de los demás. El catequista deja de ser un mero instructor para convertirse en un guía y animador, que acompaña el proceso de conversión de cada persona.
Favorece la implicación de las familias: En el caso de la catequesis infantil, el modelo de grupos de pertenencia a menudo permite que los padres se involucren activamente en la formación de sus hijos.
Adapta el contenido a la realidad de los miembros: La formación en grupos de pertenencia facilita que el catequista adapte el contenido y la metodología a las necesidades y vivencias concretas de los participantes, haciendo la catequesis más relevante y significativa para sus vidas.
Asegura la continuidad del itinerario: Al formar parte de un grupo, los miembros se sienten motivados a continuar su camino de fe, participando en otras actividades de la parroquia y evitando la “evaporación” posterior a la recepción del sacramento.
El catequista, un testigo de la fe
En este modelo, el catequista también se beneficia. Su tarea no se limita a la transmisión de conocimientos, sino que se transforma en un verdadero testimonio de la fe. Al vivir y compartir la fe en comunidad, el catequista nutre su propia vocación y encuentra un terreno firme para su acción catequística. El grupo de catequistas, a su vez, se convierte en una escuela de vida cristiana, donde se fomenta la formación continua y el acompañamiento mutuo.
Una estrategia esencial
La catequesis sacramental impartida dentro de grupos de pertenencia no es simplemente una opción pastoral, sino una estrategia esencial para revitalizar la misión evangelizadora de la Iglesia. Al dejar atrás la visión de la catequesis como un mero trámite sacramental y abrazar la noción del itinerario permanente, las comunidades parroquiales pueden ofrecer una formación en la fe que arraigue en el corazón de sus miembros, construyendo discípulos misioneros que vivan y compartan el Evangelio a lo largo de toda su vida. El grupo de pertenencia es, en definitiva, el lugar privilegiado donde el eco del Evangelio resuena con fuerza, moviendo el corazón de las personas y guiándolas hacia el encuentro personal con Cristo.
El problema de los nombres actuales
Los nombres como "Catequesis de Primera Comunión" o "Catequesis de Confirmación" tienden a ser problemáticos por varias razones:
Connotan una meta: Sugieren que el proceso termina con la recepción del sacramento, lo que contribuye a que, una vez recibido, los jóvenes y sus familias se alejen de la vida parroquial.
Definen a la persona por el sacramento: Reducen la identidad del niño o adolescente a su estado de preparación sacramental, en lugar de reconocerlos como miembros de una comunidad de fe.
Promueven una mentalidad de "trámite": Fomentan la idea de que la catequesis es un requisito que se debe cumplir, y no una experiencia de crecimiento espiritual.
El cambio de denominación y su impacto
Cambiar los nombres de los grupos a "Grupo de Niños" y "Grupo de Adolescentes" refuerza la idea de un itinerario de fe permanente, al comunicar los siguientes mensajes:
Mensaje de pertenencia: Los nombres "Grupo de Niños" y "Grupo de Adolescentes" resaltan que la pertenencia a la comunidad es la esencia de la vida cristiana, independientemente del sacramento que se esté preparando. La identidad de los miembros se centra en su rol en la comunidad de fe, no en la recepción de un sacramento específico.
Énfasis en el proceso, no en la meta: La catequesis se presenta como una etapa más en el desarrollo de la fe, que acompaña al niño a medida que crece. Al no estar ligada a un sacramento, la actividad se percibe como una parte integral del crecimiento personal, similar a su crecimiento en edad. Esto fomenta la continuidad en la formación.
Visión a largo plazo: El catequista, la familia y la comunidad comprenden que el sacramento no es el final del camino, sino un hito importante en un proceso continuo. La parroquia puede mantener una relación de acompañamiento con los niños y adolescentes, ofreciendo oportunidades de crecimiento en la fe más allá de las preparaciones sacramentales.
Inclusión de todos: La denominación "Grupo de Niños" permite integrar a aquellos niños que, por diversas razones, necesitan una preparación sacramental fuera de la edad normativa. El enfoque se vuelve más inclusivo y menos rígido.
Unidad con la pastoral juvenil: La transición de "Grupo de Adolescentes" a "Grupo de Jóvenes" se vuelve más natural. Los adolescentes ya forman parte de un "grupo" de su misma edad, por lo que se incentiva su continuidad y participación.
Ejemplo práctico:
Un gesto con valor pastoral
El cambio de nombre es un gesto simbólico, pero con un profundo valor teológico y pastoral. Al centrar la identidad del grupo en la etapa de desarrollo de la persona ("niños", "adolescentes") en lugar de un sacramento ("primera comunión", "confirmación"), la parroquia comunica de manera efectiva que la fe es un camino de vida, no un evento aislado. Este cambio fomenta una cultura de pertenencia, crecimiento continuo y acompañamiento que es la base para un verdadero Itinerario Catequístico Permanente.