¿Porqué la Biblia dice que el hombre es “imagen” de Dios?


El hombre es “imagen” de Dios por razón de al menos seis características:


1. Racionalidad: es decir la capacidad y la obligación de conocer y de comprender el mundo creado.
El conocimiento y el discernimiento forman parte del don de Dios. El hombre es capaz y, como criatura, está obligado a indagar el proyecto de Dios y a tratar de discernir la voluntad de Dios para poder obrar justamente.
Ver: Rom 2,15; 7,23

2. Libertad: que implica la capacidad y el deber de decidir y la responsabilidad por las decisiones tomadas (Gén 2).
Por razón de la libertad que le es dada, el hombre está llamado al discernimiento moral, a la elección, a la decisión. En Gén 3,22, tras el pecado de Adán y su sanción, Dios dice: “Mira que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, por el conocimiento del bien y del mal”. El texto es difícil de explicar. Por un lado todo indica que la afirmación tiene un sentido irónico, porque mediante las propias fuerzas el hombre, pese a la prohibición, ha buscado poner la mano sobre el fruto y no ha esperado que Dios se lo diese en el tiempo oportuno. Por otro lado el significado del árbol del conocimiento total – hay que entender así la expresión bíblica ‘bien y mal’ – no se limita a una perspectiva moral, sino que significa también el conocimiento de las suertes buenas y malas, es decir del futuro y del destino: ello incluye el dominio del tiempo, que es competencia exclusiva de Dios. En lo que atañe a la libertad moral dada al hombre, no se reduce a una simple autorregulación y autodeterminación, al no ser el punto de referencia ni el yo ni el tú, sino el mismo Dios.
Ver: 1 Cor 3,17; Gál 5,1.13

3. Liderazgo, pero de ningún modo absoluto, sino bajo el dominio de Dios.
La posición de guía confiada al hombre implica responsabilidad, compromiso de gestión y administración. También al hombre le corresponde la tarea de formar de modo “creativo” el mundo hecho por Dios. Debe aceptar esta responsabilidad, también porque no hay que conservar la creación en un estado determinado, sino que está desarrollándose y el hombre se encuentra como ser que vincula en sí naturaleza y cultura, junto con la entera creación.

4. La capacidad de actuar en conformidad con aquél de quien la persona humana es la imagen, o sea, de imitar a Dios.
Esta responsabilidad debe ser ejercida de una manera prudente y benévola imitando el dominio de Dios mismo sobre su creación. Los hombres pueden conquistar la naturaleza y explorar las dimensiones del espacio. Los extraordinarios progresos científicos y tecnológicos de nuestro tiempo pueden ser considerados como realizaciones de la tarea dada por el Creador a los hombres, que deben con todo respetar los límites fijados por el Creador. Pues de otra manera la tierra pasa a ser un lugar de explotación, que puede destruir el delicado equilibrio y la armonía de la naturaleza. Sería ciertamente ingenuo pensar que podemos encontrar una solución a la crisis ecológica actual en el Salmo 8; éste sin embargo, entendido en el contexto de toda la teología de la creación en Israel, pone en cuestión prácticas de hoy día y exige un nuevo sentido de responsabilidad por la tierra. Dios, la humanidad y el mundo creado están conectados entre sí y por eso también teología, antropología y ecología. Sin el reconocimiento del derecho de Dios frente a nosotros y frente al mundo el dominio degenera fácilmente en dominación desenfrenada y en explotación que conducen al desastre ecológico.

5. La dignidad de ser una persona, un ser “relacional”, capaz de tener relaciones personales con Dios y con los otros seres humanos (Gén 2).
La dignidad que poseen las personas humanas como seres relacionales les invita y obliga a tratar de vivir una justa relación con Dios a quien deben todo; la gratitud es fundamental para la relación con Dios. Además ello lleva consigo entre las personas humanas una dinámica de relaciones de responsabilidad común, de respeto al otro y de la continua búsqueda de un equilibrio no sólo entre los sexos sino también entre la persona y la comunidad (entre valores individuales y sociales).
Ver: Gén 1,27

6. La santidad de la vida humana.
La santidad de la vida humana reclama un respeto y una tutela que incluya todo y prohíba el derramamiento de la sangre humana “porque a imagen de Dios ha hecho él al hombre” (Gén 9,6).
Ver: Rom 6,22; Ef 4,24

[Fuente]