6 pasos hacia una pedagogía de los valores dehonianos

Lo primero a descernir, y, de ser necesario, despertar, alentar y potenciar, es si nuestros grupos juveniles y misioneros tienen como horizonte ideal de su vida los valores vocacionales fundamentales que son propios del que quiere seguir a Jesús con la espiritualidad del padre Dehon. 

En la medida en que el “nosotros ideal” del grupo esté en sintonía con dichos valores, mientras más este experimente convicción respecto a los mismos, más atracción y deseo de realizarlos y/o dejar que se realicen en lo concreto, mientras más sano compromiso para ponerse en movimiento hacia ellos, y mientras sus actitudes son cada vez más motivadas por estos valores, entonces estamos ante un grupo que puede estar en un proceso positivo y sólido de formación dehoniana.

Estamos desafiados a desarrollar en nuestros grupos juveniles una verdadera pedagogía de los 10 valores dehonianos que ayude al grupo a vivir motivaciones auténticas. En dicho proceso pedagógico no pueden faltar estos 6 pasos:

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1. Proponer los valores dehonianos explícitamente

La formación en la pastoral juvenil y misionera no puede consistir sólo en dejar que el grupo se desarrolle y despliegue sus potencialidades, sino que el grupo debe tener un horizonte ideal que lo atraiga para ir más allá de sí mismo. Esta propuesta convencida debe realizarse a lo largo de todo el camino del grupo.

2. Enseñar a reconocerlos

Es particularmente importante una pedagogía formativa que ayude a mirar las diversas actividades del grupo como medios en función de los valores dehonianos. Una buena estrategia para lograr este objetivo es generar el hábito de preguntarse: ¿qué valores dehonianos se expresan detrás de cada actividad que se realiza o se nos propone?

Así, por ejemplo, un joven podría simplemente “tener que vivir el ‘sean uno’”, o, en cambio, preguntarse porqué se propone en el grupo un camino de amor fraterno y, así, reconocer el valor de la fraternidad. 

3. Captar la belleza de los valores dehonianos

Es importante testimoniar la belleza de realizarlos, la atracción y el deseo que despiertan, el privilegio que implica el haberlos descubierto, el don que comporta abrazarlos. Es lo que hace Jesús cuando nos habla del Reino como un tesoro o una perla valiosa (Mt 13,44-46; ver DA 18; EG 167). Esto porque es necesario presentar los valores de modo que muevan no solo la inteligencia y la voluntad, sino también los afectos. Cuando los valores son reconocidos como bellos y apetecibles, aparece una energía afectiva (ver CatIC 1770).

4. Explicitar el contenido de los grandes ideales

Para que un ideal sea un verdadero faro y no resuene, en cambio, como un bello slogan vacío, es importante explicitar los valores que encarna; así por ejemplo, proclamar la importancia de tener un corazón semejante al Corazón de Jesús, deberá ir acompañado de la explicitación de sus contenidos, como son el amor de predilección por los pobres, etc. Lo mismo se aplica a tantos grandes ideales que no pueden faltar en la formación dehoniana, como “ser santos”, que implica la “fidelidad a la gracia”, etc.

5. Ayudar a identificar pasos intermedios para su realización

El ideal, para ser motivador, debe estar unos pasos adelante de la propia realidad pero no ser tan lejano que se desdibuje el camino hacia ellos y parezca inalcanzable. Siguiendo con el ejemplo de conformar el corazón con el Corazón de Jesús, podemos identificar metas intermedias como la de aprender a salir de sí mismo, la sensibilidad por el que está alejado, crecer en el modo oblativo de mirar al otro, etc.

6. Exponer al grupo a ambientes donde se pueda verificar la internalización de los valores dehonianos

Un aparte importante de la formación dehoniana es la de ir paulatinamente permitiendo que el grupo se desenvuelva en ambientes cada vez más misioneros; esto porque, en contextos protegidos, donde ciertos valores son estimados y hacen positiva la imagen de sí, es fácil identificarse con ellos, pero esto no garantiza el haberlos internalizado.

Pero las experiencias misioneras, por indispensables que sean para la formación dehoniana, en sí mismas no ofrecen soluciones mágicas; mal discernidas y acompañadas, pueden ser sólo la oportunidad para que el grupo gratifique sus necesidades, por ejemplo de afecto y protagonismo. Para que la experiencia misionera lleve a un verdadero crecimiento, debe ser un algún sentido:

  • desafiante para la propia existencia;
  • más que una simple tarea debe comprometer las 3 dimensiones de la misión dehoniana;
  • debe implicar algún paso hacia adelante respecto a donde el grupo se encuentra ya, pero no ser tan difícil que pueda abrumar al grupo o llevarlo a desplegar excesivas defensas para “sobrevivir”;
  • y por último, debe ser acompañada, apoyada y evaluada.

Bibliografía: 

Martín Carranza, “La entrevista formativa”, PPC, pp. 60-64.