La cercanía y el acompañamiento personal complementan lo que se hace en el pequeño grupo.El grupo no es el único lugar pedagógico de la maduración de la fe: junto al grupo necesitamos la personalización de la fe por medio del acompañamiento personal y la relación de ayuda. No se trata de contraponer estos dos elementos, grupo y acompañamiento, sino de relacionarlos de forma complementaria.
En el futuro próximo los Asesores de la PJ tendremos que dedicar más tiempo al encuentro personal con aquellos que nos están confiados, si queremos que los mensajes que reciben en el grande, mediano o pequeño grupo pasen por el corazón y terminen haciéndose vida.
El acierto en la maduración de la fe está en la relación entre lo que creemos, lo que vivimos, lo que celebramos y en lo que nos comprometemos.La coherencia vital da unidad al yo y tiene como efecto la síntesis fe-vida como expresión de la fe adulta. Esta labor grupal, juntamente con el acompañamiento personal, piden educadores de la fe que, a modo de orfebres, trabajan el detalle con mimo y paciencia, además de dedicar tiempo a cada uno de los componentes del grupo.
La presencia y el estar cercano y atento educa más que lo que decimos y hacemos; además, únicamente si hay presencia podrán aparecer otros aspectos confidenciales que se retomarán posteriormente de forma más sistemática. Las prisas y la burocratización de las tareas pastorales no permiten aflorar las dimensiones más profundas de las relaciones humanas con la confianza necesaria para poder pedir la ayuda correspondiente.
La obra de la evangelización supone, en el evangelizador, un amor paternal siempre creciente hacia aquellos a los que se evangeliza; un modelo de evangelizador como el que el Apóstol San Pablo proponía a los tesalonicenses con estas palabras, que son todo un programa para nosotros:
"Así llevados de nuestro amor por ustedes, queremos no sólo darles el Evangelio de Dios, sino aún nuestras propias vidas; tan amados vinieron a sernos" (1 Tes. 2,8)."¿De qué amor se trata? Mucho más que el de un pedagogo: es el amor de un padre; más aún, el de una madre (1 Tes 2,7). Tal es el amor que el Señor espera de cada predicador del Evangelio, de cada constructor de la Iglesia" (Pablo VI, EN 79).
Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización (DPE), “Jóvenes 1”.