EL ROSTRO DE LA MISERICORDIA DIVINA
1. Jesús, «sumo sacerdote misericordioso» Heb 2,17.
Jesús, antes de realizar el designio divino, quiso «hacerse en todo semejante a sus hermanos», a fin de experimentar la miseria misma de los que venía a salvar. Por consiguiente, sus actos todos traducen la misericordia divina, aun cuando no estén calificados así por los evangelistas. Lucas puso muy especial empeño en poner de relieve este punto. Los preferidos de Jesús son los «pobres» Lc 4,18 7,22; los pecadores hallan en él un «amigo» 7,34, que no teme frecuentarlos 5,27.30 15,1s 19,7. La misericordia que manifestaba Jesús en forma general a las multiudes Mt 9,36 14,14 15,32 adquiere en Lucas una fisonomía más personal: se dirige al «hijo único» de una viuda Lc 7,13 o a un padre desconsolado 8,42 9,38.42. Jesús, en fin, muestra especial benevolencia a las mujeres y a los extranjeros. Así queda redondeado y cumplido el universalismo: «toda carne ve la salvación de Dios» 3,6. Si Jesús tuvo así compasión de todos, se comprende que los afligidos se dirijan a él como a Dios mismo, repitiendo: «Kyrie eleison!» Mt 15,22 17,15 20,30s.
2. El corazón de Dios Padre.
Este rostro de la misericordia divina que mostraba Jesús a través de sus actos, quiso dejarlo retratado para siempre. A los pecadores que se veían excluidos del reino de Dios por la mezquindad de los fariseos, proclama el evangelio de la misericordia infinita, en la línea directa de los mensajes auténticos del AT. Los que regocijan el corazón de Dios no son los hombres que se creen justos, sino los pecadores arrepentidos, comparables con la oveja o la dracma perdida y hallada Lc 15,7.10; el Padre está acechando el regreso de su hijo pródigo y cuando lo descubre de lejos «siente compasión» y corre a su encuentro 15,20. Dios ha aguardado largo tiempo, y aguarda todavía con paciencia a Israel, que no se convierte, como una higuera estéril 13,6-9.
3. La sobreabundancia de la misericordia.
Dios es, pues, ciertamente el «Padre de las misericordias» 2Cor 1,3 Sant 5,11, que otorgó su misericordia a Pablo 1Cor 7,25 2Cor 4,1 1Tim 1,13 y la promete a todos los creyentes Mt 5,7 1Tim 1,2 2Tim 1,2 Tit 1,4 2Jn 3. El cumplimiento del designio de misericordia en la salvación y en la paz, tal como lo anunciaban los cánticos al alborear el Evangelio Lc 1,50.54.72.78, lo muestra Pablo claramente en toda su amplitud y sobreabundancia.
El ápice de la epístola á los Romanos está en esta revelación. Mientras que los judíos acababan por desconocer la misericordia divina estimando que ellos se procuraban la justicia a partir de sus obras, de su práctica de la ley, Pablo declara que ellos también son pecadores y que por tanto tienen necesidad de la misericordia por la justicia de la fe. Frente a ellos los paganos, a los que Dios no había prometido nada, son atraídos a su vez a la órbita inmensa de la misericordia. Todos deben, pues, reconocerse pecadores a fin de participar todos de la misericordia: «Dios incluyó a todos los hombres en la desobediencia para usar con todos misericordia» Rom 11,32.
SEAN MISERICORDIOSOS
La «perfección» que Jesús, según Mt 5,48, exige a sus discípulos, consiste según Lc 6,36 en el deber de ser misericordiosos «como su Padre es misericordioso». Es una condición esencial para entrar en el reino de los cielos Mt 5,7, que Jesús reitera después del profeta Oseas Mt 9,13 12,7. Esta ternura debe hacerme prójimo del miserable al que encuentro en mi camino, a ejemplo del buen Samaritano Lc 10,30-37, debe llenarme de compasión para con el que me ha ofendido Mt 18,23-35, porque Dios ha tenido compasión conmigo 18,32s. Así seremos nosotros juzgados según la misericordia que hayamos practicado, quizás inconscientemente, para con Jesús en persona Mt 25,31-46.
Mientras que la ausencia de misericordia entre los paganos desencadena la ira divina Rom 1,31, el cristiano debe amar y «simpatizar» Flp 2,1, tener una auténtica compasión en el corazón Ef 4,32 1Pe 3,8; no puede «cerrar sus entrañas» ante un hermano que se halla en la necesidad: el amor de Dios no mora sino en los que practican la misericordia 1Jn 3,17.
LA MISERICORDIA, RESPUESTA DE DIOS AL PECADO
La verdadera naturaleza del pecado, su malicia y sus dimensiones aparece, sobre todo, através de la historia bíblica; en ella aprendemos también que esta revelación sobre el hombre es a la vez una revelación acerca de Dios, de su amor, al que se opone el pecado, y de su misericordia, a cuyo ejercicio da lugar; en efecto, la historia de la salvación no es otra que la de las tentativas de arrancar al hombre de su pecado, repetidas infatigablemente por el Dios creador...
Pocos pasajes del NT manifiestan mejor que la parábola del hijo pródigo —por lo demás tan afína la enseñanza profética— en qué sentido el pecado es una ofensa de Dios y cuán absurdo sería concebir un perdón de Dios que no implicara el retorno del pecador. Más allá del acto de desobediencia que se puede suponer —aun cuando el hermano mayor sólo hace alusión a ella para oponerla a su propia obediencia—, lo que «contrista» al padre es la partida de su hijo, esa voluntad de no ser ya hijo, de no permitir ya que su padre le ame eficazmente: ha «ofendido» a su padre privándole de su presencia de hijo. ¿Cómo podría «reparar» esta ofensa si no es con su retorno, aceptando de nuevo que se le trate como a hijo? Por eso la parábola subraya el gozo del padre. Fuera de tal retorno no se puede concebir perdón alguno; o más bien el padre había ya perdonado desde el principio, pero el perdón no afecta eficazmente al pecado del hijo sino en el retorno y por el retorno de éste.
Ahora bien, esta actitud de Dios frente al pecado todavía la revela más Jesús con sus actos que con sus palabras. No sólo acoge a los pecadores con el mismo amor y con la misma delicadeza que el padre de la parábola (p.e. Lc 7,36ss 19,5 Mc 2,15ss Jn 8,10s), exponiéndose a escandalizar a los testigos de tal misericordia, tan incapaces de comprenderla como lo había sido el hijo mayor Lc 15,28ss. Además de esto actúa directamente contra el pecado: él el primero triunfa de Satán en la ocasión de la tentación; durante su vida pública arranca ya a los hombres a este influjo del diablo y del pecado que constituyen la enfermedad de la posesión Mc 1,23, inaugurando así el papel del siervo Mt 8,16s antes de «entregar su vida como rescate» Mc 10,45 y «derramar su sangre, la sangre de la alianza, por una multitud para remisión de los pecados» Mt 26,28.
EL AMOR DE DIOS NOS ENSEÑA A SER MISERICORDIOSOS
Si la concepción judía podia hacer creer que el amor fraterno se yuxtapone en el mismo plano a otros mandamientos, la visión cristiana, en cambio, le da el puesto central y hasta único.
De un extremo a otro del NT el amor del prójimo aparece indisociable del amor de Dios: los dos mandamientos son el ápice y la clave de la ley Mc 12,28-33 p; es el compendio de toda exigencia moral Gal 5,22 6,2 Rom 13,8s Col 3,14, el mandamiento único 1Jn 15,12 2Jn 5; la caridad es la obra única y multiforme de toda fe viva Gal 5,o.22: «el que no ama a su hermano, al que ve, ¿cómo amará a Dios, al que no ve» 1Jn 4,20s?
Este amor es esencialmente religioso, de un espíritu completamente distinto de la mera filantropía. En primer lugar por su modelo: imitar el amor mismo de Dios Mt 5,44s Ef 5,1s.25 1Jn 4,11s. Luego por su fuente, y sobre todo porque es la obra de Dios en nosotros: ¿cómo seríamos nosotros misericordiosos como el Padre celestial Lc 6,36 si no nos lo enseñara el Señor 1Tes 4,9, si no lo derramara el Espíritu en nuestros corazones Rm 5,5 15,30? Este amor viene de Dios y existe en nosotros por el hecho mismo de que Dios nos toma por hijos 1Jn 4,7. Y, venido de Dios, vuelve a Dios: amando a nuestros hermanos amamos al Señor mismo Mt 25,40, puesto que todos juntos formamos el cuerpo de Cristo Rm 12,5-10 1Cor 12,12-27. Tal es la manera como podemos responder al amor con que Dios nos amó el primero 1Jn 3,16 4,19s.
Mientras se aguarda la parusía del Señor, la caridad es la actividad esencial de los discípulos de Jesús, según la cual serán juzgados Mt 25,31-46. Tal es el testamento dejado por Jesús: «Amaos los unos a los otros, como yo os he amado». Jn 13,34s. El acto de amor de Cristo sigue expresándose a través de los actos de los discípulos. Este mandamiento, si bien antiguo por estar ligado con las fuentes de la revelación 1Jn 2,7s, es nuevo: en efecto, Jesús inauguró una era nueva que anunciaban los profetas, dando a cada uno el Espíritu que crea corazones nuevos. Si, pues, están unidos los dos mandamientos, es porque el amor de Cristo continúa expresándose a través de la caridad que manifiestan los discípulos entre sí.
LA MISERICORDIA DE DIOS, MODELO DE PERDÓN DE LAS OFENSAS
Ya en el AT, la ley no sólo pone un límite a la venganza con la norma del talión Ex 21,25, sino que además prohibe el odio del hermano, la venganza y el rencor contra el prójimo Lev 19,17s. El sabio Ben Sira meditó sobre estas prescripciones; descubrió el nexo que une el perdón otorgado por el hombre a su semejante con el perdón que él mismo pide a Dios: «Perdona a tu prójimo la injuria, y tus pecados, a tus ruegos, te serán perdonados. ¿Guarda el hombre rencor contra el hombre e irá a pedir perdón al Señor? ¿No tiene misericordia de su semejante y va a suplicar por sus pecados?» Eclo 28,2-5. El libro de la Sabiduría completa esta lección recordando al justo que. en sus juicios debe tomar como modelo la misericordia del Señor Sab 12,19.22.
Jesús reasumirá y transformará esta doble lección. Como el Sirácida. enseña que Dios no puede perdonar al que no perdona, y que para implorar el perdón de. Dios hay que perdonar al propio hermano. La parábola del deudor inexorable inculcacon fuerza esta verdad Mt 18,23-35, en la que insiste Cristo Mt 6,14s y que nos impide olvidar haciéndonosla repetir cada día: en el padrenuestro debemos poder decir que perdonamos; esta afirmación está enlazada con nuestra petición, bien por un «porque», que hace de ella la condición del perdón divino Lc 11,4, o por un «como», que fija su medida Mt 6,12.
Jesús va más lejos: como el libro de la Sabiduría, da a Dios por modelo de misericordia Lc 6,35s a aquéllos cuyo Padre es y que han de imitarle para ser sus verdaderos hijos Mt 5,43ss.48. El perdón no es sólo una condición previa de la vida nueva, sino uno de sus elementos esenciales: Jesús prescribe por tanto a Pedro que perdone sin intermisión, al revés del pecador, que tiende a vengarse desmesuradamente Mt 18,21s Gen 4.24. Esteban. siguiendo el ejemplo del Señor Lc 23,34, murió perdonando Act 7,60. El cristiano, para vencer como ellos el mal con el bien Rom 12,21 1Pe 3,9, debe perdonar siempre, y perdonar por amor, como Cristo Col 3,13, como su Padre Ef 4.32.
LA IRA DE DIOS, PASIÓN DE SU MISERICORDIA
Es evidente que la revelación se transmite a través de imágenes poéticas, pero que no son meras metáforas. Dios parece afectado por una verdadera «pasión» que él mismo desencadena, que no calma Is 9,11 y que no se aparta Jer 4,8, o, por el contrario, que se desvía Os 14,5 Jer 18,20, pues Dios «vuelve» a los que vuelven a él 2Par 30,6 Is 63,17. En Dios luchan dos «sentimientos», la ira y la misericordia Is 54,8ss Sal 30,6, los cuales dos significan la afección apasionada de Dios hacia el hombre. Pero se expresan diversamente: mientras que la cólera, reservada finalmente al día postrero, acaba por identificarse con el infierno, el amor misericordioso triunfa para siempre en el cielo, y ya aquí en la tierra en los castigos que invitan al pecador a la conversión. Tal es el misterio, al que Israel se fue acercando poco a poco por caminos variados.
Liberación de la ira
Dios, castigando a su tiempo y no bajo el impulso de una impaciencia, manifiesta al hombre el alcance educativo de los castigos causados por su ira Am 4,6-11. Esta ira, anunciada al pecador en un designio de misericordia, no lo paraliza como un espectro fatal, sino lo llama a convertirse al amor Jer 4,4.
Si Dios tiene una intención de amor en el fondo del corazón, Israel puede, pues, suplicar ser liberado de la ira. Los sacrificios, animados por la fe en la justicia divina, no tienen nada de las prácticas de magia, que quisieran conjurar a la divinidad; al igual que las oraciones de intercesión, expresan la convicción de que Dios puede retractar su ira. Moisés intercede por el pueblo infiel Ex 32,11.31s Num 11,1s 14,11s.. o por tal culpable Num 12,13 Dt 9,20. Así también Amós por Israel Am 7,2.5, Jeremías por Judá Jer 14,7ss 18,20, Job por sus amigos Job 42.7s. Con esto disminuyen los efectos de la ira Num 14 Dt 9 o hasta quedan suprimidos Num 11 2Sa 24. Los motivos invocados revelan precisamente que no se ha cortado entre Israel y Dios Ex 32,12 Num 14,15s Sal 74,2: en este diálogo argumenta el hombre con su debilidad Am 7,2.5 Sal 79,8 y recuerda a Dios que él es esencialmente misericordioso y fiel Num 14,18.
Jesús encolerizado
Más terrible que este lenguaje inspirado, más trágica que la experiencia de los profetas aplastados entre el Dios santo y el pueblo pecador, es la reacción de un hombre que es Dios mismo. En Jesús se revela la ira de Dios. Jesús no se conduce como un estoico que no se altera jamás Jn 11,33; impera con violencia a Satán Mt 4,10 16,23, amenaza duramente a los demonios Mc 1,25, se pone fuera de sí ante la astucia diabólica de los hombres Jn 8,44 y especialmente de los fariseos Mt 12,34, de los que matan a los profetas Mt 23,33, de los hipócritas Mt 15,7. Como Yahveh, Jesús se alza encolerizado contra todo el que se alza contra Dios.
Jesús reprende también a los desobedientes Mc 1,43 Mt 9,30, a los discípulos de poca fe Mt 17,17. Sobre todo se irrita contra los que, como el envidioso hermano mayor del pródigo acogido por el Padre de las misericordias Lc 15,28, no se muestran misericordiosos Mc 3,5. Finalmente, Jesús manifiesta la cólera del juez: como el presidente del festín Lc 14,21, como el amo del servidor inexorable Mt 18.34, entrega a la maldición a las ciudades sin arrepentimiento Mt 11,20s, arroja a los vendedores del templo Mt 21,12s, maldice a la higuera estéril Mc 11,21. Como la ira de Dios, tampoco la del cordero es una palabra vana Ap 6,16 Heb 10,31.
[Descargar este subsidio en PDF]