Misionar es acercarse (3 de 3)

La cercanía la Virgen de Guadalupe y Copacabana

Ante un mundo hostil por creencias ancestrales de los pueblos que habitaban estas tierras conquistadas, la evangelización no progresaba del todo bien, las conversiones no eran numerosas ni mucho menos espectaculares y cuando se lograban se daba un sincretismo.

Sin embargo, para 1528 México cuenta con su primer obispo electo, fray Juan de Zumárraga, quien pronto se distinguirá como protector de indios. El número de órdenes religiosas y de misioneros aumenta.

Ni el número, ni la variedad de instrumentos pastorales, como el dominio de las lenguas nativas, mejoraron muchos las cosas. Pero muy pronto las cosas cambiaron. Los naturales empezaron a aproximarse a la fe y las multitudes pedían el bautismo. Cinco años después el entusiasta fray Toribio de Benavente (apodado Motolinía) escribía, en 1536, en su Historia de los Indios de la Nueva España, que ya habían sido bautizados más de cuatro millones, y que se esperaba que para el año siguiente el total de bautizados de esta Nueva España alcanzara unos nueve millones. ¿Qué es pues lo que había pasado, si hasta 1531 sólo había un millón de bautizados, según los datos proporcionados por el Obispo de esas tierras, y, sin embargo, entre 1531 y 1537 se multiplicó tan impresionantemente el número de conversos?

Un hecho trascendente marcó este cambio: El 9 de diciembre de 1531 se produjeron las apariciones de la Virgen de Guadalupe que dieron inicio a la etapa masiva del proceso evangelizador. “El motivo principal de estas conversiones no fue otro que el influjo que empezó a ejercer entre los indios la presencia de la Virgen Santísima de Guadalupe”.

El nacimiento de esta nueva personalidad histórica que llamamos América Latina ocurrió en torno de Santa María de Guadalupe. Es la intuición que vuelve a recoger la III CELAM en Puebla al afirmar que “el Evangelio encarnado en nuestros pueblos los congrega en una originalidad histórica cultural que llamamos América Latina. Esa identidad se simboliza muy luminosamente en el rostro mestizo de María de Guadalupe que se yergue al inicio de la Evangelización”  (n. 446).

América Latina comienza así a considerar a la Virgen María como su Madre. Esta manifestación de María como rostro materno de Dios dio inicio a nueva comprensión del papel de Ella en la historia de la salvación y, abrió nuevos caminos de la evangelización. Todos fueron llamados a la “periferia” para encontrar a la Madre de los oprimidos que libera a los más pobres y es solidaria con ellos. Pero Guadalupe no es un caso aislado, en toda América Latina la devoción mariana se va difundiendo por medio de imágenes y títulos cuya historia está siempre en relación con los pobres y los marginados: indios, negros, personas oprimidas, esclavos. En las numerosas devociones a la Virgen que van surgiendo, María aparece siempre con actitud intensamente materna de cercanía y preocupación por la situación de miseria y opresión de sus hijos. Todo eso ha dejado una profunda huella en la Piedad Mariana de los nuestros pueblos latinoamericanos.

Existe otro acontecimiento importante en el proceso evangelizador en América Latina: Copacabana. Este acontecimiento revelador de la Providencia impulsó la evangelización en los pueblos asentados en las riberas del lago Titicaca.

La Virgen de Copacabana es una imagen labrada por las manos de un indio, Francisco Tito Yupanqui, hacia los años 1580, y que, tras diversas dificultades fue recibida con toda veneración el 2 de febrero de 1583 por un pequeño grupo de españoles y por una población entera de naturales.

Foto de Rodolfo Clix

En la época precolombina ya existía un afamado santuario indígena en el lago Titicaca. Parece que el adoratorio original estaba en una isla cercana al pueblo de Copacabana y era una gran peña, de donde los indios, según la leyenda, vieron salir resplandeciente al sol tras varios días de densa oscuridad. Una vez conquistada la provincia del Collao, los Incas tomaron bajo su protección este santuario, levantaron un templo al sol junto a la piedra sagrada. En otra isla cercana edificaron un templo a la luna, construyeron santuarios y albergues para los peregrinos. Parece que eran muchos los peregrinos que venían a la piedra santa, a la que no podían acercarse con las conciencias manchadas y con las manos vacías.

La piedra sagrada preincaica quedó incorporada religiosamente en el complejo panteón incaico, entre cuyos dioses se encontraba la tierra misma con el nombre de Pachamama, cuyo culto era muy importante para la gran mayoría de la población que se dedicaba a la agricultura.

La Pachamama era, por tanto, el principio materno de identificación del mundo indígena, la madre telúrica, el seno maternal al que había que tratar con todo cariño, y del que dependía su vida. Los indígenas de Copacabana, al encontrarse con una imagen de la Virgen María tallada por las manos de un hijo de su pueblo, establecen espontáneamente la conexión entre María y la Pachamama, encontrando en ella el inicio de su salvación.

Nos encontramos ante dos acontecimientos providenciales que marcan la maternidad como clave de la teología popular Mariana en América Latina: 

– En Guadalupe del Tepeyac se presenta la Virgen María como madre, con rostro materno de Dios: “Yo soy la Madre del verdadero Dios por quien se vive”. En el mundo azteca la maternidad va ser comprendida como “nantzin”, madre hogareña. 

– En el mundo aymará-inca la maternidad de María está relacionada a la Pachamama, madre-telúrica que habría de venerarse con mucho cariño y respeto porque de ella dependía la vida. En esta imagen de la Virgen la población encontró el inicio de su salvación.

La Piedad Mariana en América Latina, parte de la experiencia de la maternidad. La Tonantzin y la Pachamama son como un binomio, camino seguro para que Cristo penetre en nuestras culturas.

En el proceso evangelizador cada país venera la maternidad, fuente de vida, y con dedicación construye templos en honor de ella.

Los evangelizadores de estos pueblos fueron los primeros que, al anunciar la salvación, tomaron en cuenta la importancia que los nativos daban a la maternidad y de acuerdo a sus múltiples culturas, en María comprendieron el gran signo del rostro maternal misericordioso del Padre y de su Hijo Jesucristo.

María es, pues, el camino de la misericordia, la protectora del género humano, la madre llena de piedad para sus hijos. Contemplar de esta manera a la Virgen María llena de confianza a los fieles que Ella acuden y les colma de santa alegría al ver la grandeza del Señor con tan humilde esclava. Este acercamiento a María se convierte en impulso de devoción y estímulo para acercarse más a Jesús, que es la verdadera causa de la alegría de la Iglesia.

No es, pues, de extrañar que el misterio y la figura de la Virgen Madre de Dios esté tan presente en la religiosidad popular. Con las formas y expresiones más hermosas y con una devoción muy arraigada. Al nombre de María el pueblo se congrega de forma multitudinaria.

(Incidencia de la Piedad Popular en el proceso de Evangelización de América Latina)

Para compartir en grupo:

  1. En base a los textos vistos más arriba ¿Cómo podés resumir la experiencia de la cercanía de María de Guadalupe y de Copacabana que tuvieron los indígenas? ¿Qué sentimientos crees que generó María en ellos?
  2. ¿Qué experiencias similares a la de esos indígenas tuviste con María?
  3. ¿Qué te revela sobre vos esto que compartimos sobre el modo en que María se acercó a esos indígenas? 
  4. ¿Qué frases importantes para nuestra vida diaria podemos anotar en nuestros cuadernos?
  5. ¿Cómo puede sernos útil este tema para nuestro futuro como misioneros?